Como ocurrió con las tragedias de Haití y Chile en 2010, el pasado terremoto en Japón ‒el más fuerte que se ha registrado hasta ahora en ese país‒ el horror ante la fragilidad de la condición humana y la impotencia nos invadieron a todos los habitantes del planeta. Una vez más, la Naturaleza nos recordaba que su poder es avasallador y que frente a él sólo nos queda la fe y, por lo general, como bien advirtiera el poeta Antonio Machado, en ocasiones como esas de nada nos sirve rezar…
En Haití y Chile vimos con asombro como el terremoto, en una especie de “efecto dominó”, desataba otras catástrofes de naturaleza humana y social. En esa ocasión, en una entrega pasada de este blog hicimos referencia al comportamiento de las personas luego de una vivencia cercana a la muerte, incluso más atroz, porque se trataba de sobrevivientes de eventos naturales catastróficos que tenían que seguir adelante frente a una ruptura absoluta en la lógica de sus vidas y su cotidianeidad. Ante la devastación, muchas personas sacaron provecho de la miseria, la impotencia, la vulnerabilidad y el dolor ajeno. Recuerdo todavía a un periodista español que siguió a un hombre que salía a toda prisa de un supermercado chileno con una lavadora nueva al hombro, mientras le preguntaba por qué consideraba que ese electrodoméstico era en aquel momento un bien de primera necesidad… En Haití hordas de hombres enloquecidos, como animales cegados por el celo, aprovechaban las pocas barreras y seguridad de muchas mujeres ancianas, adultas, adolescentes y niñas, para violarlas en los campos de refugiados…
Los efectos en la psique humana de las catástrofes naturales son dignos de un análisis profundo, que nos obligan a revisar el impacto que tienen en las personas la pobreza, la ignorancia y la exclusión social. Para muchos haitianos y chilenos la catástrofe natural sufrida por sus pueblos fue el espacio propicio para cometer delitos comunes, no tan comunes, infames y de lesa humanidad.
Ante una situación de igual o mayor magnitud, la actuación de la ciudadanía japonesa ha sido muy distinta. La única explicación es que en ese país se han hecho esfuerzos extraordinarios por educar a la población y prepararse desde el gobierno y la sociedad para enfrentar catástrofes naturales. Si bien es evidente que ni siquiera ellos pudieron prever la magnitud del desastre, hoy cosechan los beneficios de esos esfuerzos, que ratifican cuáles son los principales logros de nuestra especie y los valores que soportan la vida en sociedad. Pese a enfrentar una fuerte recesión económica, un terremoto de 8,9 grados en la escala Richter y a ver amenazados sus avances y desarrollo socioeconómico, el pueblo japonés, al igual que en la tragedia de Hiroshima y Nagasaki, muestra a la comunidad internacional que tiene lo principal para salir adelante: un pueblo educado, digno y con un altísimo sentido del honor.
Quiero compartir con ustedes un esperanzador testimonio de un sobreviviente del terremoto de Japón, que me envió mi querida amiga boliviana Gabriela Barriga González, quien me ha enseñado en sus muchas visitas a Costa Rica, en la provincia peruana de Puno, en el pequeño pueblo boliviano de Copacabana a orillas del lago Titicaca y en La Paz, el valor de la generosidad, la hospitalidad y la solidaridad. Espero que, al igual que yo, lo aprecien y disfruten; pero, sobre todo, que reflexionen con sus familias y estudiantes, porque ante la Naturaleza somos tan vulnerables e impotentes como nuestros hermanos y hermanas de Haití, Chile y Japón. De estas tragedias sólo podemos salir siendo mejores seres humanos.
Un mensaje a todos los miembros de Hijos del Sol
Algunas buenas noticias de Japón. Mail de un amigo a un amigo desde el centro mismo de la destrucción.
Hola mi amorosa familia y amistades.
Las cosas aquí en Sendai se han sucedido de forma surrealista. Pero yo soy un bendecido por tener amigos tan maravillosos que me están ayudando mucho.
Ya que mi casa, que bien podría ser llamada casucha destartalada, quedó inhabitable, yo estoy viviendo en la casa de unos amigos. Compartimos provisiones, agua y un calentador de kerosene. Dormimos todos alineados en una habitación, comemos en torno a una vela y nos contamos distintas historias.
Durante el día nos ayudamos a limpiar y poner orden en nuestras casas. La gente se sienta dentro de sus autos para observar las noticias a través de sus pantallas GPS, o hace colas para obtener agua para beber donde se encuentra alguna fuente de suministro. Si alguien tiene una canilla funcionando en su casa, pone un cartel al frente para que la gente pueda ir allí a llenar sus recipientes y baldes.
Aquí donde yo vivo, es realmente asombroso que no haya pillaje, ni amontonamientos o empujones en las colas.
La gente deja las puertas de calle abiertas por mayor seguridad cuando ocurre alguna réplica. Es común oír a la gente decir: esto es como en las viejas épocas donde todos se ayudaban entre si.
Nadie se ha bañado por varios días. Nos sentimos sucios y harapientos, pero tenemos muchas más cosas importantes de que preocuparnos y ocuparnos. Disfruté esta manera de despojarnos de todo lo superfluo e innecesario. Viviendo a pleno, a nivel instintivo, de la intuición, del cuidado, de lo que es necesario para la supervivencia, no sólo la mía sino la de todo el grupo.
Es extraño, como se están viendo diversos universos en paralelo. Un revoltijo de casas destrozadas por un lado, y aún así, aparece otra con futones y ropa lavada, afuera secándose al sol. Gente haciendo cola para agua y alimentos y otros paseando al perro. Todo al mismo tiempo.
Otros toques inesperados de belleza son primero, el silencio de la noche. No hay autos circulando. No se ve un alma por la calle y el cielo nocturno está totalmente salpicado de estrellas. Yo usualmente podía ver dos o unas pocas más, pero ahora se ve todo estrellado.
Las montañas son Sendai son sólidas y el aire refrescante podemos observar su silueta recortada en un cielo magnífico de fondo.
Y los Japoneses son tan admirables! Yo voy todos los días, a buscar mi correo, a mi casa destruida ya que tengo electricidad, y a la entrada encuentro comida y agua. No tengo idea quien lo deja pero está ahí. Hombres mayores con sombreros verdes van casa por casa para asegurarse que todos estén bien. Además la gente les pregunta a los extranjeros si necesitan ayuda. No veo signos de miedo. Resignación si, pero miedo y pánico no.
Ellos nos dicen que se pueden esperar más réplicas y eventualmente un terremoto mayor durante todo un mes o aún más. Estamos sintiendo constantemente temblores, bamboleos, sacudones y ruidos sordos continuos.
Me siento bendecido por vivir en una parte de Sendai un poco más elevada y algo más sólida que otras. Así que, por ahora esta área es mejor que otras. Anoche el marido de una amiga nos trajo del campo agua y alimentos. Nuevamente bendecido.
De alguna manera estoy siendo consciente como consecuencia de esta experiencia personal, que un enorme paso evolutivo CÓSMICO está ocurriendo en todo el mundo justo en este momento. Y mientras experimento lo que está dándose en Japón, siento que mi corazón se está expandiendo mucho. Mi hermano me preguntó si me sentía pequeño frente a estos acontecimientos. No, más bien me siento como parte de algo que se está haciendo y que va mucho más allá de mi mismo.
Esta ola de renacimiento (en el mundo entero) es dura, pero a la vez magnífica.
Con amor en respuesta a todos ustedes.
Publicado por Rodolfo Feigl el marzo 23, 2011 a las 10:35 am
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Gracias por este mensaje¡¡¡¡
ResponderEliminarQue el cielo los proteja …… nos proteja y nos permita darnos cuenta de todo eso que expresas.
Un cambio en como vemos el mundo y nos vemos a nosotros mismos, no hay miedo, no hay pánico……… hay otra clase de vida¡¡¡
Gracias de nuevo¡¡¡
Marta Ramirez
Bogotá Colombia