Desde inicios de la Era Industrial prevaleció la tesis de que la Naturaleza era una especie de bestia oscura e indomada, a la que había que domesticar… De igual modo, la idea de que el mejor regulador de la economía era el Mercado porque, por algún azar ajeno a nuestro entendimiento o “mano invisible”, controlaba fuerzas igualmente oscuras e indomables: la oferta y la demanda… y luego los precios se equilibraban y “la magia” hacía que los “buenos productores” siguieran en la contienda y se fortalecieran en las relaciones comerciales, mientras los ineficientes e ineficaces, tarde o temprano, saldrían derrotados para ceder su espacio a los “mejores” y ofrecer opciones óptimas de bienes y precios a los atribulados consumidores…
Estas tesis tuvieron éxito hasta que dos eventos semejantes a los actuales asolaron la fuerte economía industrializada estadounidense y, por ende, la mundial: el Dust Bowl (Ventisca Negra) y la crisis financiera de la década de 1930. La famosa novela de John Steinbeck, publicada en 1939: Las uvas de la ira, retrata en forma dramática y realista esos eventos… La indomable Naturaleza y las misteriosas fuerzas del Mercado le pasaban una onerosa factura a quienes confiaron ciegamente en dos potencias mágicas de la Modernidad: la Ciencia instrumental y la Economía de mercado.
Respecto de la catástrofe ambiental de la que fue producto la Ventisca Negra, que se extendió desde el Golfo de México hasta Canadá, hoy sabemos que fue provocada:
… por condiciones persistentes de sequía, favorecidas por años de prácticas de manejo del suelo que dejaron al mismo susceptible a la acción de las fuerzas del viento. El suelo, despojado de humedad, era levantado por el viento en grandes nubes de polvo y arena tan espesas que escondían el sol. Estos días recibían la denominación de "ventiscas negras" o "viento negro". El Dust Bowl multiplicó los efectos de la Gran Depresión en la región y provocó el mayor desplazamiento de población habido en un corto espacio de tiempo en la historia de Estados Unidos. Tres millones de habitantes dejaron sus granjas durante la década de 1930, y más de medio millón emigró a otros estados, especialmente hacia el oeste
(http://es.wikipedia.org/wiki/Dust_Bowl#Tormentas_de_polvo._Factores_clim.C3.A1ticos)
En 1929, al igual que en nuestros días, la crisis del mercado de valores del 29 de octubre de ese año (conocido como Martes Negro), hizo colapsar la economía estadounidense y, rápidamente, su impacto se extendió a escala mundial. Las consecuencias de entonces no fueron diferentes a las de nuestro tiempo: incremento del desempleo y la pobreza, descenso del comercio mundial, caída de la producción y el consumo, inestabilidad política, migración masiva, entre otras. Estos acontecimientos trajeron consigo el empobrecimiento de la población en países ricos y pobres.
Las ideas para salir de la crisis económica fueron interesantes e, igualmente, extraordinarias. La propuesta del economista inglés John Maynard Keynes, del intervencionismo estatal para contrarrestar las contradicciones de la actuación económica privada y los ciclos del mercado, por medio de políticas fiscales y monetarias; y, la política del entonces presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, en 1932: The New Deal.
A pesar de que esas medidas se adoptaron y mostraron éxitos con relativa rapidez, ante la pobreza y la desesperanza que asolaba el mundo industrializado, la sombra del nazismo ya se cernía sobre Europa. Antes de finalizar esa década, en 1939, estalló la Segunda Guerra Mundial, de cuyos tristes sucesos estamos ampliamente enterados: la xenofobia, el Holocausto, la destrucción económico-política y social de Europa, la muerte de millones de seres humanos, y un lamentable cierre porque, como un golpe de gracia a la civilización occidental, todavía resuena el estallido de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. En pocos minutos, en la primera ciudad japonesa hubo 120,000 muertos y 300,000 heridos; en la segunda, murieron 140,000 personas entre militares y población civil. Conforme el tiempo pasó, los efectos de la radiación se hicieron ver en deformaciones físicas y tumores de todo tipo en muchas personas sobrevivientes. Los japoneses sufrirán las secuelas de esa tragedia para siempre y, junto a esta nación, toda la Humanidad.
A pesar de que la historia parece repetirse hoy con la misma intensidad y crudeza de la década de 1930, las viejas y desgastadas tesis sobre la Naturaleza y la Economía persisten, pese a que sabemos con certeza que la primera no es una bestia indomable que hay que domesticar "a golpes", sino la base de la vida ‒incluida la nuestra‒ y que las fuerzas que rigen la Economía de mercado, como bien señaló Marx, dejadas a su lógica y dinámica propias son autodestructivas y, finalmente, nefastas para todos, porque ricos y pobres terminan empobreciéndose, envileciéndose, corrompiéndose y deshumanizándose…
La Segunda Guerra Mundial fue sembrada y abonada mucho tiempo antes de que estallara. Psicópatas como Hitler y las perversas e inhumanas tesis del Tercer Riech encontraron terreno fértil en una Alemania ignorante, empobrecida, saturada de políticos ineptos y corruptos. No olvidemos que Hitler fue nombrado Canciller en Alemania en 1933, y fue quien orquestó de manera magistral la primera dictadura de la Era Moderna que se instauraba por mecanismos “democráticos”. Lo que le ocurrió entonces a la Democracia alemana es revelador y nos da indicios de lo que sucede en la actualidad en muchos países “democráticos”… La década de 1930 es un período que debemos estudiar con especial cuidado, porque el riesgo es que la historia se repita…
Hecho este breve recorrido sobre eventos repetidos, que se olvidan y repiten casi de manera idéntica, como si fuéramos habitantes del país donde todos enfermaron de “ceguera” ‒como bien nos advirtió el irreemplazable Saramago que la muerte acaba de arrebatarnos‒, el discurso gastado del “gasto en educación” sacude los cimientos de nuestra institucionalidad e idiosincrasia, en palabras del propio Ministro de Educación…
Como ciudadana costarricense, creo que la salud, la educación y la seguridad social son inversión en desarrollo y no un gasto del gobierno en “majaderías”. Como educadora, sé lo que hacen la ignorancia y la pobreza en las personas. Como profesora universitaria, soy consciente que hay muchas cosas que mejorar en las instituciones de educación superior estatales, pero no es restringiendo su presupuesto que se va a producir el cambio.
Un gobierno “ciego” a las necesidades de educación, salud, acceso a trabajo digno y al bienestar social de la ciudadanía está condenado a fracasar. En América Latina hay un ejemplo dramático de esta verdad: México. En días pasados presentaron un mapa de ese país en los noticiarios, donde no queda un solo tramo de territorio que no esté tomado por el narcotráfico y el crimen organizado…
Un estudio que incluye conocimiento científico experto en oceanografía, climatología y ecología mostró que sólo hace falta que la temperatura promedio del planeta se eleve 2°C para que el cambio climático sea irreversible (http://youthink.worldbank.org/slideshow/?slideshow_id=83). Me pregunto cuánto tiempo le falta a nuestro país para alcanzar el punto de no retorno para convertirse en otro México…
Ojalá nuestros gobernantes, en particular el Sr. Ministro de Educación, Dr. Leonardo Garnier, reflexionen sobre su actuación ante el financiamiento de la educación superior pública. No se puede, ni se debe dar un paso adelante y dos atrás… Felicitaciones por asignar el 8% del PIB a preescolar, primaria y secundaria. Pero, es importante que reconsideren su posición respecto de las universidades estatales.