miércoles, 7 de noviembre de 2007

Educación tradicional versus educación innovadora

Primero, agradecer sus comentarios al artículo anterior. Precisamente, a raíz de ellos creí importante hacer una reflexión sobre algunos aspectos humanos y sociales vinculados a la innovación, máxime ahora que vivimos en una época de cambios profundos, enmarcados en nuevos escenarios socieconómicos, políticos y culturales, donde la educación recupera importancia en el discurso político y académico mundial, principalmente en dos direcciones. La primera se concentra en la crítica a una educación obsoleta, que culpabiliza al profesorado por el descalabro; la segunda, propone la tesis de que la educación es uno de los pilares sobre los cuales debe cimentarse el futuro y que el profesorado es un actor fundamental para acceder a la calidad y características que debe tener la educación en nuestro tiempo.


En el medio de la discusión y de los argumentos de tesis radicalmente opuestas, el problema de fondo -en el que ambas posiciones coinciden- es la necesidad de un cambio revolucionario en la educación y cómo propiciarlo. Para Toffler (1997), las grandes organizaciones cambian sólo cuando se dan tres condiciones: enormes presiones externas, gente dentro de la organización que está descontenta con el orden existente, y una alternativa coherente de cambio que se pueda incorporar desde la visión y misión hasta la ejecución y actividades primarias de la organización.


En nuestro tiempo, las dos primeras condiciones para el cambio en educación que propone Toffler (1997) están dadas. Es en las alternativas para el cambio donde aún reina la confusión, no por falta de teorías de la educación coherentes con las demandas educativas del presente, sino porque el cambio siempre afecta algo esencial para los seres humanos: nuestro sistema de creencias. Pero, ¿de dónde proviene el sistema de creencias vigente sobre la educación?, ¿cuáles son sus orígenes?


El sistema de creencias que ha dado soporte a la educación desde los inicios de la Era Industrial se denomina "sistema tradicional de enseñanza". Este tipo de enseñanza se caracteriza porque es, esencialmente, "autoritaria, jerárquica y jerarquizadora, centrada en el maestro, memorística, verbalista, enciclopedista, pedante, aburrida, clasista, selectiva, disciplinaria, rutinaria, pasiva, monótona, transmisiva, uniformizadora, despersonalizadora, represiva, punitiva, cuartelaria, acrítica, alejada de la realidad y de la vida" (Libedisnsky, 2001, p. 19). Responde a la visión de mundo y de ser humano heredada de la Edad Media, que en la Modernidad no perdió su carácter porque debía responder a un ordenamiento social igualmente inequitativo e injusto, especialmente, con las personas en condición de pobreza y las mujeres.


Les invito a que antes de continuar recuerden algunos episodios de su vida como estudiantes, desde primaria hasta el nivel universitario. ¿Se parecen sus experiencias a las que supuestamente provoca el sistema educativo de corte tradicional? ¿Cómo eran sus maestros y maestras, sus profesores y profesoras? ¿Les gustaba la escuela, el colegio e ir a clases a la universidad?


En mi caso particular, siempre he disfrutado aprender y me parece un verdadero privilegio acceder al conocimiento y la información. No hay mayor placer y sensación de logro que comprender algo, solucionar un problema o resolver un enigma. La literatura, el arte, la música, las ciencias, el lenguaje, las matemáticas, la química, cada disciplina y área del conocimiento humano tiene la posibilidad de brindarnos ese placer y de abrirnos a nuevas alternativas y preguntas. No es arbitrario que eligiera la Filosofía como carrera, porque me permitió entrar en los orígenes mismos del pensamiento occidental y encontrar rutas y puentes para dar respuesta a muchas de las preguntas que me hice desde niña. Pero, es igualmente cierto que odié la escuela, el colegio y aún hoy soy estudiante universitaria y el balance de mis experiencias como tal no es bueno, porque se parecen en mucho a las que describe Marta Libedinsky (2001). De suerte que hay experiencias que compensan esa situación, especialmente conocer y tener contacto con profesores y profesoras que nos tienden su mano, creen en nosotros y gracias a su apoyo, integridad intelectual, respeto y conocimientos salimos adelante y continuamos nuestros proyectos académicos.


Recuerden cuáles fueron los maestros, maestras, profesores y profesoras que marcaron sus vidas para bien y para mal. El resto nos resultaron indiferentes. Los que nos marcaron para bien son los que hemos necesitado hasta ahora y los que se requiere en el futuro. Es un hecho que "hay procesos educativos de los que la gente sale muy bien construida, de otros regularmente construida, de otros mal construida, y de otros hasta destruida". Las experiencias en las aulas dan para cualquiera de esas alternativas" (Prieto y van de Poi, 2006, p. 124).


Las características y actitudes dominantes del profesorado responden a creencias articuladas a través de sistemas y organizaciones educativas que las comparten y configuran una visión de mundo. Afortunadamente, siempre hay personas que se esfuerzan por innovar y hacer cosas distintas en esos entornos... muchos de esos pioneros y pioneras lo logran, contra todos los pronósticos...


La innovación se da gracias a las acciones de personas pioneras, cuyas convicciones y deseos de encontrar respuesta a sus preguntas les permiten realizar cambios al interior del orden establecido, pese a sus consecuencias que, generalmente, tienen un alto costo personal y económico para ellas. La historia de la ciencia da cuenta de cientos de casos: Galileo Galilei, Giordano Bruno, Paul Ehrlich, Karl Marx, Darwin, Sigmund Freud, sólo para mencionar algunos.


La innovación es un fenómeno humano tan persistente como su contraparte. La acepción del término nos da pistas al respecto. La palabra innovación está formada por tres componentes léxicos: "in-, nova y -ción. Nova refiere a renovar, hacer de nuevo, cambiar; también, es novedad, cualidad de lo nuevo, cosa inesperada; desconocido, novel, novicio. El prefijo in no tiene aquí valor de negación sino de ingreso, introducción de algo nuevo en una realidad preexistente. El sufijo ción "implica actividad o proceso, resultado o efecto, también realidad interiorisada o consumada" (Libedisnsky, 2001, p. 21). La innovación siempre está acompañada de procesos de cambio, consecuencia de la incorporación de formas distintas de hacer lo que se hacía antes con mejores resultados, y producen efectos previstos y no previstos, deseados y no deseados.


El futuro de las innovaciones está comprometido con sus efectos. Si sus resultados superan los que se obtenía de la vieja manera, pero además resuelven problemas sin solución en el pasado es probable que sobrevivan y se conviertan en la nueva "norma". Si no es así, fracasarán y sólo habrán sido un intento de cambio o, en el mejor de los casos, "renovación".


El impacto de la innovación también está relacionado con su potencial para poner en crisis la mentalidad vigente y provocar transformaciones en la opinión general de las personas directamente afectadas por ella. En el caso de la educación hay diferentes actores, por lo que la innovación suele tener distinto impacto sobre cada uno de ellos. Entre los principales retos de los pioneros de toda innovación está el cambio en el sistema de creencias y valores, que desafía a la comunidad científica adepta a la innovación a ofrecer suficientes evidencias para posicionar "lo nuevo" ante las ideas y prácticas vigentes. Si ese esfuerzo no se hace bien y a tiempo, la innovación puede quedar guardada "en la gaveta de un escritorio", en espera de un momento más propicio para resurgir.


Esta coyuntura de transición por la que pasa la educación contemporánea, que se debate entre un modelo tracional y modelos "emergentes", en principio mejores que el tradicional, es muy rica y promisoria, porque obliga a quienes creen en la innovación en educación a fortalecer sus marcos teórico-prácticos de referencia, a sistematizar experiencias, y a propiciar un debate profundo y científico sobre la educación. En buena hora esto está ocurriendo, porque de ello depende qué tan pronto se ofrezca a la sociedad una educación pertinente, equitativa y de altísima calidad. Creo que también entramos en una nueva fase de la producción de conocimiento científico en educación, que le permitirá consolidarse como un campo de estudios complejo, multidisciplinar y transdisciplinar.

Las ideas arraigadas no cambian si no son reemplazadas por ideas mejores. Las ideas que logran hacer eso caen dentro de la noción de innovación.




Referencias

Libedinsky, M. (2001). La innovación en la enseñanza. Diseño y documenación de experiencias de aula. Argentina: Paidós.

Prieto, D. y van de Poi, P. (2006). e-Learning, comunicación y educación. El diálogo continúa en el ciberespacio. San José, Costa Rica: RNTC-Latinoamérica.

Toffler, A.(1997). La empresa flexible. Barcelona: Plaza & Janés.

lunes, 1 de octubre de 2007

Concepto de Innovación

Creo oportuno abrir este espacio con una discusión previa sobre lo que entendemos hoy por innovación, a fin de llegar a un acuerdo respecto de los factores que asociamos a ella, para luego aplicarlos al campo de la educación.

Típicamente, vinculamos la innovación con el “cambio” y la “transformación”. En ese contexto “cambiar” significa que hay una forma establecida de acción frente a la cual “aparece” una nueva actuación que se valora o estima “mejor” que la anterior, porque no sólo se logra lo que se esperaba originalmente con ella, sino que se superan de algún modo las expectativas. La noción de “mejora” está incorporada al concepto de innovación, de igual modo que lo están las de “novedad”, “revolución” y “creatividad”. La diversidad y características de las nociones que asociamos a la innovación indican que es un concepto complejo, por lo que no resulta sencillo diferenciar entre lo que es “innovación” o no.

La renovación, por ejemplo, no es “innovación”, ya que se la define como una “apertura a la novedad sin grandes revoluciones, dentro de lo ya existente [por lo que se] conserva el sistema, aunque regenerando sus estructuras internas y dándole nuevos bríos” (Postic y de Ketele, 2000, p. 179). Esto quiere decir que en la renovación no se cumple con algunos de los requisitos básicos de la innovación: el cambio revolucionario y la creatividad.

Contrario a lo que ocurre en la renovación, la innovación es una ruptura con la forma de funcionamiento vigente de algo, en determinado contexto y momento histórico. Por innovación se entienden aquellos procesos espontáneos o planeados que buscan resolver problemas o atender necesidades en forma completamente nueva (Postic y de Ketele, 2000).

Entre las nociones que relacionamos con la innovación la que es clave es la de “creatividad”, ya que es el factor que determina las posibilidades de innovar. Siempre que hay creatividad, se buscan formas diferentes y mejores de hacer las cosas. Pero, ¿qué es la creatividad? Esta pregunta nos lleva a otro problema que debemos resolver antes de continuar.

Un análisis que hizo un experto japonés sobre la creatividad y cómo estimularla en estudiantes universitarios me pareció interesante, porque no sólo reconoce que ella conduce a la innovación, sino que tiene varios “momentos”[1] . En principio, la creatividad implica proponer una nueva estructura, una nueva idea o una nueva manera de pensar o hacer las cosas. Luego, supone la concreción de la idea innovadora, es decir, la creación de prototipos y de los mecanismos necesarios para su respectiva prueba. La siguiente fase es la implementación, que conlleva la clarificación de los potenciales usos que tendría el nuevo dispositivo o procedimiento. Finalmente, se debe poner al servicio de las personas. Cumplidas todas las fases la creatividad, se favorecería el desarrollo de nuevas propuestas para mejorar lo ya hecho e, incluso, superarlo.

En la creatividad están implicadas competencias personales y sociales. Las personas deben tener conocimientos, habilidades y la motivación necesaria para ser creativas e innovar. También, deben contar con un ambiente social propicio para ello. El entorno puede favorecer la creatividad o ser un obstáculo para ella, máxime si se toma en cuenta que la innovación implica cambios revolucionarios, que no siempre son bien recibidos ni debidamente aceptados, porque amenazan de alguna forma el status quo.

La innovación es un riesgo y una oportunidad que se presenta de manera planeada o espontánea, generalmente asociada a la solución de problemas. En algunos casos esos problemas afectan a comunidades u organizaciones completas, pero pocos –muchas veces nadie– emprenden la tarea de resolverlos de manera definitiva. Innovar tiene consecuencias no siempre deseadas o previstas. A quienes toman el riesgo de innovar se les llama “pioneros”, porque abren camino y lo allanan para otros. Con frecuencia la experiencia de los pioneros es difícil, solitaria y los resultados no retribuyen el esfuerzo y sacrificios hechos.

¿Conocen algún pionero o pionera de la innovación en educación? ¿Han estado en contacto con una auténtica innovación? Refiérannos sus casos para realimentar nuestra argumentación e ir avanzando en la búsqueda de consenso sobre qué significa innovar en educación y cuáles son sus características. Cuando tengamos esa empresa terminada, podremos abordar otro problema interesante y de gran impacto para la educación: la gestión de la innovación en instituciones educativas.

Espero sus respuestas.

Bibliografía

Postic, M. y de Ketele, J. M. (2000). Observar las situaciones Educativas. Madrid: Narcea.

[1] Véase al respecto: Education Reform for Quality Higher Education Management in the 21th Century. Research Institute for Higher Education of Hiroshima University. Japan: Takatoo Print Media, 2000.