martes, 31 de agosto de 2010

Creatividad y personas creativas: algunas características

La importancia que se da en la actualidad a la innovación y al desarrollo de ideas y productos nuevos ha aumentado la preocupación por fomentar la creatividad en el sistema educativo. Sabemos que no hay innovación sin creatividad; no obstante, todavía no tenemos suficiente claridad sobre qué son estos fenómenos y cuál es su relación. Por ello, me parece importante hacer algunas acotaciones al respecto, para identificar aspectos que las limitan o favorecen en Educación en general y en el país en particular.

Si se hace un recorrido histórico, encontramos que en la Antigüedad clásica estaba prohibida la creatividad en el arte, porque se creía que el ser humano debía ‘copiar’ la realidad y representar el mundo como lo habían establecido los dioses. De hecho, no existía una palabra en griego para la creatividad. Pese a esta visión, aún hoy quedamos fascinados con las esculturas que se conservan de ese período, caracterizadas por un realismo extraordinario, en el que, sin embargo, nos encontramos cara a cara con la creatividad humana: la expresión de los rostros, las posiciones y gestos de las esculturas, fueran dioses o mortales, son extraordinarios. El rostro de la Venus de Milo, la diosa Atenea y sus múltiples versiones, así como los dioses griegos llenan día tras día el Museo del Louvre y es una experiencia que millones de personas de todo el mundo desean tener, porque su fama no es gratuita. Pese a los logros de los artistas de ese período, la consigna con la que hicieron su trabajo fue ‘copiar’ y no ‘recrear’ o ‘reinventar’ la realidad.

En la Edad Media prevaleció la tesis de que los artistas debían ‘copiar’ la realidad, dejando la creatividad nuevamente prohibida, ya que era una cualidad exclusiva de Dios. Pese a las férreas ideas y prohibiciones a la creatividad, en este período destaca el desarrollo de la perspectiva en pintura, que ofreció obras mucho más ‘realistas’ y bellas en el sentido clásico. Después de prodigios como Leonardo da Vinci y Miguel Ángel, cuyos trabajos en pintura y escultura son considerados obras maestras por su belleza, perfección técnica y el carácter creativo e innovador de sus representaciones, la noción de creatividad fue ganando otros territorios y se atribuyó a artes como la música y la literatura.

En el siglo XIX, se atribuyó esa condición a inventores y científicos, y se amplió a todas las formas de expresión cultural, pero no fue hasta la segunda mitad del siglo XX que la creatividad empezó a ser estudiada por científicos sociales, particularmente del campo de la Psicología, donde destacan los aportes del estadounidense Joy Paul Guilford, con sus obras: Creativity (1950), The structure of intellect (1959) y The nature of human intelligence (1967). Carl Rogers, también investigó el fenómeno y en 1954 escribió un artículo titulado Hacia una Teoría de la Creatividad.

A estos investigadores siguieron otros, y se logró identificar características de la creatividad, donde destacaban las personales, el ambiente, el proceso de creación, el acto y el objeto creativo. En este comentario me voy a referir a algunas de las características personales, porque nos permite llegar al objetivo que nos propusimos inicialmente. En un comentario posterior voy a referirme al ambiente.

Respecto de las personas creativas, se han identificado características comunes: la búsqueda de la auto-realización, la persistencia, la originalidad, la autonomía, así como el pensamiento bisociativo y divergente, entre las más importantes. Sin importar el área de que se trate, la persona creativa se caracteriza por un conocimiento vasto y profundo de su campo de trabajo. Esto rompió con el mito de que la creatividad es una especie de evento que ocurre “mágicamente”; por el contrario, la creatividad es el resultado de la actividad de personas que tienen un amplio conocimiento y dominio avanzado de su campo de interés. No podríamos imaginar a una persona connotada en literatura que no sepa escribir apropiadamente, o alguien que escriba música sin conocer el lenguaje de la música y tocar bien algún instrumento musical. Mozart era un virtuoso de los instrumentos de teclado y del violín; Bach del clavecín, el violín y la viola gamba; Beethoven del órgano, el piano, el violín y el violonchelo.

Edgar Alan Poe fue un estudioso de su arte y escribió un ensayo medular sobre su experiencia y visión del acto creativo en literatura: La filosofía de la composición (1840), donde relata el proceso que le llevó a la composición de una de sus obras poéticas más importantes, El cuervo. Vincent van Gogh hizo cientos de bosquejos mentales y reales de sus obras, y también escribió sobre su acto creativo, en particular en las cartas que remitía a su hermano y protector, Theo. Esto indicaría que algunos creadores razonan y reflexionan sobre su propio proceso creativo, pero otros relatan que lo hacen por medio de ‘revelaciones’ o ‘inspiraciones’ que les han acontecido mientras hacían un acto trivial, como descansar, dormir o leer el periódico. Estas experiencias revelan que el acto creativo ocurre de maneras diversas, que pueden ser conscientes o inconscientes, pero que no sucede en personas que no tienen, como señalamos, un amplio y profundo conocimiento de su campo o área de interés.

La creatividad es posible sólo en personas conocedoras, comprometidas, trabajadoras y estudiosas, capaces de elevarse sobre lo convencional para crear e innovar. Hay que conocer el territorio, para distanciarse de él y apreciarlo desde una perspectiva distinta. Esto nos sucede de manera natural cuando hacemos un largo viaje y nos ausentamos de nuestro entorno familiar por algún tiempo. El nuevo lugar nos sorprende y nos absorbe porque todo es desconocido, pero, paralelamente, lo evaluamos desde nuestras experiencias previas; entonces, recuperamos el entorno familiar y lo ‘miramos’ con nuevos ojos, revalorándolo, reconsiderándolo, reinterpretándolo… Tal vez eso explique el ‘mal de patria’… el caso es que regresamos a nuestro país o ciudad con una perspectiva nueva de lo que antes nos fuera indiferente.

Un sistema educativo como el costarricense, basado en contenidos excesivos y homogéneos, donde se privilegia la habilidad cognitiva de la memoria, es poco probable que favorezca la creatividad en el estudiantado. Nuestras niñas, niños y jóvenes están atrapados en un sistema educativo masivo y masificador, donde la creatividad es sistemáticamente sofocada… ¡Ay de aquéllos que sean creativos, porque van a perder los exámenes y reprobar los cursos! Muchas de nuestras mejores mentes son expulsadas del sistema educativo, porque las limitan y asfixian sus docentes y los contenidos aburridos, excesivos, fragmentados, estereotipados y poco estimulantes. Una inteligencia creativa, se verá asediada en el sistema educativo público que prevalece en nuestro país.

Muchas personas creativas tienen serios problemas de conducta y adaptación dentro de sistemas educativos orientados a desarrollar inteligencias promedio, actitudes promedio y notas promedio… Una conclusión evidente de las características de las personas creativas es que requieren tiempo para profundizar sus conocimientos, así como asesoría y recursos para desarrollar su talento. Obligar a estas personas a adaptarse a un sistema educativo que es indiferente al talento y la creatividad, masivo y masificador, es cruel en el nivel personal y poco rentable para la sociedad.

Promover la creatividad y desarrollar el talento en el sistema educativo público costarricense exige cambios tan profundos y radicales en todos los niveles, que parece imposible, a pesar del discurso oficial al respecto. Para empezar, habría que transformar de manera radical el enfoque del currículum, la formación inicial y en servicio del profesorado, los términos de contratación y evaluación del desempeño del personal docente y directivo, la cantidad de estudiantes por aula, y hacer una gran inversión en recursos y medios para favorecer la enseñanza y el aprendizaje; pero, principalmente, como condición previa tendría que cambiar en forma radical la estructura organizativa y la administración del MEP.


Es evidente que esos cambios demandarían no un 8% del PIB para la educación, sino mucho más, quizá el doble para empezar… Lamentablemente, esa parece ser una meta imposible de cumplir, cuando el país muestra serias deficiencias estructurales en las finanzas públicas y en la ejecución del gasto de los escasos recursos disponibles. De suerte que hay recursos para pagarle $ 50,000 mensuales al entrenador de la Selección Nacional de Fútbol. Nos queda la esperanza.