En un tiempo de engaño universal decir la verdad es un acto
revolucionario.
George
Orwell
En medio de las implicaciones que tendría la consolidación
de la salida del Reino Unido de la Comunidad Económica Europea (CEE), la inmigración
y la crisis
de la economía local y de la comunidad europea en general, resuenan como
catalizadores de un resultado ajustado del referéndum que se
llevó a cabo en ese país el pasado 23 de junio, conocido como Brexit, con un resultado de un 51.9% (17,410,742
votantes) a favor de la salida y de un 48.1% (16,141,241
de votantes) en contra; resultados que confrontan de nuevo dos
tesis contrarias: solidaridad e integración vs. individualización y privatización. En este caso, la primera propone que es posible que países de una región o bloque se unan para buscar el
bien común y el desarrollo socioeconómico, a partir de una distribución
solidaria de los ingresos públicos; la segunda, que la riqueza debe quedar en
manos de quienes la generan, al margen de que grandes sectores de la población
local y de países no adscritos a ella se empobrezcan de manera sistemática en
el proceso.
Dicho en breve, en el fondo ideológico-político de la CEE está
la tesis de que la ciudadanía de los países miembros más ricos aporta una parte de sus
impuestos para mejorar las condiciones de vida y el desarrollo
económico de la ciudadanía de los países miembros más pobres. Asimismo, supone
una serie de tratados que permiten el libre tránsito de las personas entre los
países adscritos a la comunidad, y abre posibilidades de empleo y acceso a
educación, salud y otros servicios públicos esenciales, de conformidad con los
acuerdos suscritos por cada país participante. Así las cosas, se parte de un
principio clave de las sociedades democráticas, donde el cobro de impuestos a
los ingresos personales, los bienes patrimoniales y al sector productivo en
general “es una manera de hacer contribuir [a la ciudadanía] con el
financiamiento de las cargas públicas y de los proyectos comunes, así como de
distribuir esas contribuciones de la manera más aceptable posible; también es
una manera de producir categorías, conocimiento y transparencia democrática”
(Piketty, 2015, p. 26).
Si bien la CEE enfrenta una crisis económica hace varias
décadas, en particular por las sufridas en algunos de sus países miembros,
entre los que destaca Grecia, la situación se salió de proporciones con la
migración masiva de personas de África y Asia al viejo continente en los
últimos dos años, que sumó una presión financiera y moral enorme, pues
implicaba una crisis humanitaria sin precedentes, ante la cual las
vulnerabilidades de la comunidad colapsaron en múltiples escenarios; en
particular, en el ámbito ideológico-político y económico. Si aceptamos que las
personas migran huyendo de la guerra, la injusticia y la pobreza, buscando subsanar esas condiciones en
los países y regiones que proclaman la paz, la democracia, la justicia y
mejores condiciones de vida política y material, no es de extrañar que existan
países y regiones expulsoras de sus ciudadanos y ciudadanas, y países y
regiones destino de esas migraciones… Parece evidente que esta realidad -que
hoy nadie podría cuestionar- sella el destino de los mayores logros civilizatorios
de nuestro tiempo de frente a países con gobiernos y proyectos sociopolíticos
fallidos.
La revolución de las tecnologías de información y
comunicación (TIC) rompió las fronteras geográficas. La gente observa hoy a
través de su teléfono móvil cómo es el mundo en otros países y regiones,
también vive en carne propia su realidad… Esto no hace extraño que muchas
personas que viven sin esperanza y en la pobreza tomen la decisión extrema de
abandonarlo todo por un futuro mejor, que tampoco existe y debe ser construido
con miseria, riesgo de la propia vida y vulnerabilidad ante el crimen
organizado en todas sus facturas; pero, sobre todo, con la solidaridad de la ciudadanía de los países
receptores. En un mundo donde la opulencia ya no tiene lugar geográfico, tampoco
lo tienen la miseria, la esclavitud, la exclusión, la injusticia
ni la economía perversa. Ahora bien, ¿qué tan probable y sostenible es la
solidaridad en este contexto?
Trágicamente, en el Brexit presenciamos la inviabilidad de “zonas
protegidas”, como la CEE, en un mundo cuya realidad es muy distinta a la supuesta, donde la
gente excluida de los beneficios del desarrollo y la vida en democracia está
desesperada a tal punto, que ya no importan los riesgos que la migración conlleva. En
una Europa exhausta de luchar contra la corriente de la economía global que
ella misma contribuyó a crear y consolidar, la inequidad en la distribución de
la riqueza más allá de sus fronteras hoy le pasa la factura con cientos de
miles de migrantes que proceden de viejas colonias y regiones del mundo olvidadas a su
suerte…
Con el Brexit, el péndulo de la historia se devuelve y nos
deja como humanidad frente a una realidad aterradora: la solidaridad no
es posible en un contexto global regido por la inequidad, la concentración de
la riqueza y la insolidaridad legitimadas estructural, legal y económicamente. Las
migraciones obedecen a ello; las crisis económicas locales y regionales,
paradójicamente, también. Una economía que pretenda crear riqueza de manera
indefinida no es realista ni ambientalmente sostenible. Los recursos naturales son
y seguirán siendo escasos, el impacto ambiental de una economía de crecimiento es cada vez más alto, y la destrucción del tejido social por medio de
la pauperización del trabajo, las condiciones de vida y la productividad humana
de los países y sectores más pobres son el caldo de cultivo de las migraciones internas e internacionales.
Más que el principio del fin de la CEE, al menos en sus
fundamentos, el Brexit debe invitarnos a la reflexión; en particular, sobre lo
que hoy entendemos por desarrollo socioeconómico, cobro y pago de impuestos,
derechos humanos y vida en democracia; es decir, sobre en qué mundo vivimos y
en qué mundo quisiéramos vivir…
A sólo tres días del Brexit, hoy se inauguró en Panamá la ampliación del Canal, para beneficio del comercio mundial. Sin duda, un acontecimiento a celebrar que ya forma parte de la historia reciente. El péndulo de la historia va y viene de lo mejor a lo peor de la impronta de nuestros tiempos. Ojalá un día de estos celebremos actos de la misma magnitud y costo en beneficio de los derechos humanos, la superación de la desigualdad y la paz. ¿Qué les parece?
A sólo tres días del Brexit, hoy se inauguró en Panamá la ampliación del Canal, para beneficio del comercio mundial. Sin duda, un acontecimiento a celebrar que ya forma parte de la historia reciente. El péndulo de la historia va y viene de lo mejor a lo peor de la impronta de nuestros tiempos. Ojalá un día de estos celebremos actos de la misma magnitud y costo en beneficio de los derechos humanos, la superación de la desigualdad y la paz. ¿Qué les parece?
Referencias bibliográficas