jueves, 31 de octubre de 2013

Asegurar la calidad de la educación: ¿posible o imposible?


En la década de 1980, cuando se dieron los fenómenos socioeconómicos y culturales provocados por la Globalización, la revolución de las tecnologías de información y comunicación (TIC), y el surgimiento de una nueva fase civilizatoria: la Posmodernidad, emergió otro escenario sociohistórico mundial, denominado, en términos generales, Sociedad de la Información y el Conocimiento (SIC). El nuevo contexto social, político, económico y cultural trajo consigo cambios profundos en las estructuras y funciones de las instituciones heredadas de otro momento histórico semejante, que también fue de magnitudes inéditas en la historia humana: la Era Industrial y, con ella, el surgimiento de la Modernidad. A partir de entonces, la economía capitalista en su fase tardía subsumió todas las economías del mundo en una misma lógica y ritmo, que ha tenido beneficios, pero, también, consecuencias no deseadas y no previstas que requieren ser comprendidas para revertir sus efectos adversos.

Entre los beneficios de la fase del capitalismo tardío –como la llamó Marx en su obra El capital, publicado entre 1867 y 1894–; o bien, de la Era post-industrial –como la denominó el sociólogo estadounidense Daniel Bell, en su libro El advenimiento de la sociedad post-industrial, publicado en 1973– está el creciente acceso a la tecnología; en particular, a las tecnologías de información y comunicación y, con ello, al conocimiento y nuevas fuerzas productivas. El “abaratamiento” del acceso a la información y la inclusión de más personas en su distribución y consumo gracias a la Internet y las tecnologías digitales tuvieron consecuencias extraordinarias, que apenas empezamos a entender en sus aspectos positivos y negativos. Al respecto, les recomiendo el libro de Manuel Castells, Comunicación y Poder (2010), porque hace un análisis pormenorizado de las nuevas formas de distribución del poder socio-político, económico y cultural, consecuencia de las características de las TIC y el creciente acceso a esas tecnologías en todo el mundo; en particular, en los países pobres y menos desarrollados, con democracias débiles o en transición a la democracia. 

En el escenario descrito, caracterizado por cambios profundos y paradójicos, donde encontramos retrocesos y progreso en el proceso civilizatorio que caracteriza nuestro tiempo, la Educación ha recobrado fuerza e interés público en cuanto a acceso y calidad. De ahí que, hace dos décadas se discute a nivel mundial sobre el tema de la calidad de la educación en todos sus niveles y, en consecuencia, sobre mecanismos para definir y lograr estándares adecuados para atender las demandas educativas emergentes. Pese a los esfuerzos hechos hasta ahora, el logro de la calidad en la educación ha excedido en mucho la complejidad y costos de las propuestas de mejora emanadas de entidades nacionales e internacionales para intervenir los sistemas de educación pública a escala planetaria. Los resultados indican que en la mayoría de los países más pobres y menos desarrollados, la educación sigue dejando mucho que desear; en particular, en cuanto al desarrollo de las competencias del milenio, a las que hemos hecho referencia en otras entregas de este blog.

Para el caso de Costa Rica, el deterioro de la calidad de la educación pública es evidente, de acuerdo con los hallazgos del IV Informe Estado de la Educación. Pero, como mencionamos, este fenómeno no es exclusivo de nuestro país, sino que atraviesa muchas regiones del mundo, incluidas aquellas compuestas por países ricos y desarrollados como es el caso de los países anglosajones. Pese a los tropiezos y desaciertos, la investigación avanza en la materia y nos ofrece un panorama donde se aprecian aspectos esenciales para asegurar la calidad de los sistemas educativos públicos en nuestro tiempo, entre ellos:


1. Inversión pública mínima del 8% del Producto Interno Bruno (PIB).
2. Respecto del personal docente y administrativo:
  • Modelos de contratación, salarios y condiciones laborales.
  • Formación profesional inicial.
  • Formación en servicio.
  • Sistemas de evaluación del desempeño.
  • Sistemas de mejora continuada.

3. En cuanto al enfoque pedagógico:
  • Superación del modelo industrial de educación de corte fordista, que se caracterizó por ser masiva y regida por el enfoque de aprendizaje conductista.
  • Abandono del currículo por objetivos, fragmentado, basado en contenidos y evaluación que privilegia la memoria y no el pensamiento de alto nivel.
  • Redefinición de las funciones docentes, pasando del modelo tradicional-transmisionista al de animación socioeducativa, tutoría y facilitación del aprendizaje, haciendo énfasis en actividades educativas que permitan el desarrollo de habilidades personales, sociales y cognitivas de alto nivel.

4. En relación con la organización del sistema y las instituciones educativas:
  • Superación del modelo burocrático.
  • De la cultura organizacional fragmentada y rígida, a la sistémica y flexible.
  • Del trabajo competitivo, individualista, atrincherado y secretista, al trabajo en equipo, solidario y abierto. 

Una dimensión esencial del cambio en educación es de naturaleza ética, porque implica una resignificación de la disciplina y la profesión docente. Conlleva también, una revaloración de la experiencia educativa por parte de las familias, las personas jóvenes y adultas, y un compromiso reasumido y renovado de los gobiernos por diseñar y ejecutar políticas públicas coherentes con ello. Es indispensable que comprendamos que la educación no se restringe a la esfera laboral y la empleabilidad, sino que constituye las bases del desarrollo de la persona y, por ende, de la sociedad. El doble discurso sobre educación es evidente: por una parte, se le presenta como imprescindible para el desarrollo; por otra, no se dignifican la disciplina y la profesión docente, ni se invierten los recursos necesarios para llevarla al nivel que se requiere. 

Es penoso ver cómo se ha tergiversado la educación superior en las últimas dos décadas, porque se asume que los títulos universitarios se “compran y se venden”, y que tenerlos es suficiente para garantizar el acceso a un empleo bien remunerado y a una vida profesional y personal plena. Con mayor pesar vemos cómo el comercio de títulos –donde igual se distorsionan los principios de la educación superior por casas de estudios y estudiantes– nos pasa una onerosa factura en materia de subempleo, desempleo, escaso desarrollo económico, científico y tecnológico, y un empobrecimiento general del capital cultural. 

Ante el avance científico alcanzado a la fecha, no se puede argumentar desconocimiento de las causas de los problemas centrales de la Educación contemporánea. Como se subrayó en párrafos anteriores, la literatura especializada y los hallazgos de investigación de la última década hacen referencia a los aspectos claves que comentamos. Quizá, el mayor obstáculo a superar consista en la dimensión ética, pues de la toma de decisiones responsable, oportuna y basada en información depende la mejora real y sostenida de la educación pública en cualquier país y región del mundo. La reforma educativa que requiere la sociedad global debe tener como fundamento un cambio profundo del sentido y propósitos de la Educación, donde, como bien señala Pasi Sahlberg (2013) –experto en educación de Finlandia, haciendo referencia al sistema estadounidense, no es posible seguir actuando de acuerdo con la definición de locura de Einstein “hacer lo mismo esperando obtener un resultado diferente”, que para el caso que nos ocupa sería continuar en educación con la:

Coerción, presión, vergüenza, intervención verticalista, exigencia, competencia, estandarización, evaluación y la entrada más fácil y más rápida a la enseñanza, el cierre de escuelas que fracasan, el despido de docentes y directores ineficaces, y comenzar otra vez con docentes jóvenes y escuelas recién establecidas; se están reinventando e imponiendo de nuevo aún con más fuerza y determinación las mismas estrategias de reforma que han fracasado estrepitosamente durante más de dos décadas en muchos países anglosajones. (pp. 19-20)

La Educación de calidad será cualquier cosa menos una mercancía. Finlandia nos ofrece una luz en medio de tanta confusión, mala fe, corrupción, incompetencia y negligencia: una reforma educativa basada en principios distintos a los de la economía de mercado, donde tienen espacio la colaboración, la creatividad, la igualdad de oportunidades y el profesionalismo de los educadores (Sahlberg, 2013, p. 14). ¿Qué les parece?

Referencias
 
Sahlberg, P. (2013). El cambio educativo en Finlandia. ¿Qué puede aprender el mundo? Buenos Aires: Paidós.