Creo oportuno abrir este espacio con una discusión previa sobre lo que entendemos hoy por innovación, a fin de llegar a un acuerdo respecto de los factores que asociamos a ella, para luego aplicarlos al campo de la educación.
Típicamente, vinculamos la innovación con el “cambio” y la “transformación”. En ese contexto “cambiar” significa que hay una forma establecida de acción frente a la cual “aparece” una nueva actuación que se valora o estima “mejor” que la anterior, porque no sólo se logra lo que se esperaba originalmente con ella, sino que se superan de algún modo las expectativas. La noción de “mejora” está incorporada al concepto de innovación, de igual modo que lo están las de “novedad”, “revolución” y “creatividad”. La diversidad y características de las nociones que asociamos a la innovación indican que es un concepto complejo, por lo que no resulta sencillo diferenciar entre lo que es “innovación” o no.
La renovación, por ejemplo, no es “innovación”, ya que se la define como una “apertura a la novedad sin grandes revoluciones, dentro de lo ya existente [por lo que se] conserva el sistema, aunque regenerando sus estructuras internas y dándole nuevos bríos” (Postic y de Ketele, 2000, p. 179). Esto quiere decir que en la renovación no se cumple con algunos de los requisitos básicos de la innovación: el cambio revolucionario y la creatividad.
Contrario a lo que ocurre en la renovación, la innovación es una ruptura con la forma de funcionamiento vigente de algo, en determinado contexto y momento histórico. Por innovación se entienden aquellos procesos espontáneos o planeados que buscan resolver problemas o atender necesidades en forma completamente nueva (Postic y de Ketele, 2000).
Entre las nociones que relacionamos con la innovación la que es clave es la de “creatividad”, ya que es el factor que determina las posibilidades de innovar. Siempre que hay creatividad, se buscan formas diferentes y mejores de hacer las cosas. Pero, ¿qué es la creatividad? Esta pregunta nos lleva a otro problema que debemos resolver antes de continuar.
Un análisis que hizo un experto japonés sobre la creatividad y cómo estimularla en estudiantes universitarios me pareció interesante, porque no sólo reconoce que ella conduce a la innovación, sino que tiene varios “momentos”[1] . En principio, la creatividad implica proponer una nueva estructura, una nueva idea o una nueva manera de pensar o hacer las cosas. Luego, supone la concreción de la idea innovadora, es decir, la creación de prototipos y de los mecanismos necesarios para su respectiva prueba. La siguiente fase es la implementación, que conlleva la clarificación de los potenciales usos que tendría el nuevo dispositivo o procedimiento. Finalmente, se debe poner al servicio de las personas. Cumplidas todas las fases la creatividad, se favorecería el desarrollo de nuevas propuestas para mejorar lo ya hecho e, incluso, superarlo.
En la creatividad están implicadas competencias personales y sociales. Las personas deben tener conocimientos, habilidades y la motivación necesaria para ser creativas e innovar. También, deben contar con un ambiente social propicio para ello. El entorno puede favorecer la creatividad o ser un obstáculo para ella, máxime si se toma en cuenta que la innovación implica cambios revolucionarios, que no siempre son bien recibidos ni debidamente aceptados, porque amenazan de alguna forma el status quo.
La innovación es un riesgo y una oportunidad que se presenta de manera planeada o espontánea, generalmente asociada a la solución de problemas. En algunos casos esos problemas afectan a comunidades u organizaciones completas, pero pocos –muchas veces nadie– emprenden la tarea de resolverlos de manera definitiva. Innovar tiene consecuencias no siempre deseadas o previstas. A quienes toman el riesgo de innovar se les llama “pioneros”, porque abren camino y lo allanan para otros. Con frecuencia la experiencia de los pioneros es difícil, solitaria y los resultados no retribuyen el esfuerzo y sacrificios hechos.
¿Conocen algún pionero o pionera de la innovación en educación? ¿Han estado en contacto con una auténtica innovación? Refiérannos sus casos para realimentar nuestra argumentación e ir avanzando en la búsqueda de consenso sobre qué significa innovar en educación y cuáles son sus características. Cuando tengamos esa empresa terminada, podremos abordar otro problema interesante y de gran impacto para la educación: la gestión de la innovación en instituciones educativas.
Espero sus respuestas.
Bibliografía
Postic, M. y de Ketele, J. M. (2000). Observar las situaciones Educativas. Madrid: Narcea.
[1] Véase al respecto: Education Reform for Quality Higher Education Management in the 21th Century. Research Institute for Higher Education of Hiroshima University. Japan: Takatoo Print Media, 2000.