viernes, 28 de febrero de 2014

Sigmund Freud: creatividad e inteligencia intrapersonal

De acuerdo con Gardner (2011), la creatividad humana es un fenómeno complejo cuya comprensión es posible a partir del análisis de factores claves en ella: la biografía de la persona creativa, su inserción y desarrollo en el campo de trabajo o disciplina en el que se destaca, y las relaciones con individuos significativos a lo largo de su vida personal y profesional, que influyen de manera positiva en sus aportes revolucionarios, generalmente marcados por rupturas con la tradición y convenciones de las comunidades científicas o artísticas a las que se adscribe la persona creativa.

Para el caso de Sigmund Freud, Gardner (2011) identifica factores en esas tres dimensiones que determinaron su desarrollo intelectual y los aportes de este médico especialista en Neurología, que al trabajar en la investigación para el tratamiento de la histeria y la neurosis –supuestamente, ambas de origen nervioso- creó una teoría revolucionaria para explicarlas fuera del campo de la Medicina, que dio paso a un nuevo campo disciplinar: el Psicoanálisis, capaz de dar cuenta del fenómeno psicológico, develando misterios que habían prevalecido de esa forma hasta 1900, cuando se publicó su libro La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung), donde esbozó por primera vez una descripción completa de la estructura y funcionamiento del aparato psíquico, al que dividió en tres instancias o “localidades”: la consciencia, el preconsciente y el inconsciente. También, en ese texto Freud expuso los fundamentos teóricos sobre el Complejo de Edipo y la relevancia de lo sexual reprimido en los procesos psíquicos regidos por las fuerzas del inconsciente, como es el caso de los sueños, los actos fallidos y los errores del lenguaje.

Freud nació en 1856 en la ciudad de Freiberg (Moravia) en el seno de una familia judía. Su padre había tenido dos matrimonios previos y le doblaba la edad a su madre. Producto de ese antecedente familiar, tuvo dos hermanos que tenían la edad de su madre y gozó del privilegio de ser el primogénito del tercer matrimonio de su padre. Su madre le brindó especial amor y cuidado, y vivió hasta que Freud superó los 70 años. También, tuvo el cuidado y afecto de su niñera y todo ello contribuyó, desde la perspectiva de Gardner (2011), a que desarrollara un sentimiento temprano de seguridad y de que era una persona “especial”. Pese a las limitaciones económicas de sus padres, accedió a una buena educación que le permitió entrar a estudiar Medicina en la Universidad de Viena a los 17 años. Desde joven se destacó como estudiante talentoso, fue el primero de su clase casi siempre y se graduó con honores.   

Su familia apoyó el desarrollo académico de Freud y sus padres se preocuparon por darle las mejores condiciones en el hogar para que hiciera sus estudios sin molestias ni interrupciones, que llevaron a organizar las actividades familiares en función de sus intereses y necesidades. Freud, por su parte, como indicamos, respondió a estos esfuerzos y privilegios familiares con un extraordinario desempeño académico. Esta situación evidenciaría que la familia depositó sobre Freud la esperanza de que sus talentos intelectuales permitieran el ascenso económico y social, por medio del ejercicio de una profesión liberal. Debido a que carreras de esa índole, como el Derecho y la Medicina, no estaban vedadas para jóvenes de origen judío, en un principio Freud se decidió por el Derecho; pero, cuando “escuchó la recitación del ensayo “Sobre la Naturaleza”, de Johann Wolfgang von Goethe [ese] gran himno de alegría al mundo de la creación, con la Naturaleza representada como una figura nutricia maternal, movió a Freud a estudiar medicina y a convertirse en un científico de la naturaleza” (Gardner, 2011, p. 81).  La inteligencia privilegiada de Freud le facilitó estudiar diversos campos disciplinares de manera simultánea: Medicina, Literatura, Filosofía, Arte y Teatro. Aprendió en forma autodidacta inglés, francés y español, y leyó autores clásicos como Cervantes y Shakespeare en su idioma original. También, fue un ávido estudioso de Darwin y de la obra de Hermann von Helmholtz, por medio de la cual entró en contacto con la Psicología.

Debido a su “necesidad insaciable de saber” entabló amistad con compañeros de estudios que se volvieron parte de su círculo íntimo; entre ellos, Emil Fluss y Eduard Silberstein. A juicio de Gardner (2011), destacan en Freud la inteligencia lingüística y la personal, lo que le convirtió en un líder desde joven, capaz de crear vínculos afectivos y académicos sin perder por ello su autonomía intelectual e intereses propios.   

En relación con su desarrollo como médico especialista en Neurología, trabajó en el Hospital General de Viena de 1883 a 1885 y como investigador se le considera pionero en el estudio de los usos terapéuticos de la cocaína, sin obtener por ello el reconocimiento que merecía. Fue un científico prolífico y escribió diversos artículos sobre los temas que investigó, pero no despertaron mayor interés en la comunidad científica médica. Debido a sus investigaciones sobre las enfermedades nerviosas (histeria y neurosis, principalmente), logró una beca entre octubre de 1885 y febrero de 1886, para hacer una pasantía en el Hospital Salpêtrière, donde Jean-Martin Charcot fundó la Escuela de Neurología que fue sede de sus investigaciones sobre la histeria y el uso de la hipnosis en el tratamiento de enfermedades nerviosas. En esta fase de su vida académica, Freud revisó con especial atención la idea de que algunos síntomas físicos eran de origen psicológico y no neurológico, abriendo con ello las bases para la titánica tarea de desarrollar el Psicoanálisis como un nuevo paradigma de la Psicología, con su propia epistemología y fundamentos teórico-conceptuales.  

En su esfuerzo por comprender las enfermedades nerviosas desde su especialidad como neurólogo descubrió que el saber médico era insuficiente para explicar síntomas físicos asociados a ellas. Esta tesis la analizó junto a su colega y amigo Breuer en relación con el caso de la paciente Bertha Pappenheim, conocida como Anna O en los escritos de Freud, quien padecía de histeria relacionada con situaciones emocionales vividas mientras cuidaba a su padre de una enfermedad terminal. De este caso nació, de acuerdo con la misma Anna O, el método de la “cura por la palabra”, que constituye el principal recurso del Psicoanálisis para resolver los conflictos emocionales producto de la represión de sentimientos y deseos, generalmente relacionados con prohibiciones de índole sociocultural y, particularmente, religiosa.  

En este punto, Freud ya tenía los ingredientes fundamentales de la teoría psicoanalítica y exploraba el método hermenéutico, donde la interpretación de las narraciones de sus pacientes le reveló un complejo e intrincado mecanismo sociocultural de represión de la sexualidad que se iniciaba en la infancia y se mantenía a lo largo de la vida, causando “malestar”, “angustia” y “la somatización”, entendida como un proceso donde lo emocional es transferido al cuerpo y se manifiesta como “malestar físico”. Esta comprensión profunda de la psique humana sirvió a Freud para interpretar sus propios sueños y síntomas de índole psicológica. Este doble curso de comprensión de sus pacientes y de sí mismo fue esencial en el desarrollo de su inteligencia intrapersonal.  

Paradójicamente, los descubrimientos de Freud, así como sus aportes teórico-conceptuales y su método de la “cura por la palabra” no fueron bien recibidos por la comunidad médica; por el contrario, generaron una virulenta campaña de desprestigio y deslegitimación como médico y, por supuesto, del Psicoanálisis como nueva disciplina capaz de explicar enfermedades que la Medicina había demostrado no comprender ni curar. Otro aspecto en su contra del contexto sociohistórico y científico en el que vivió fue que analizara la sexualidad humana en dos temas tabú: el sujeto infantil y las mujeres. Si bien el tema sexual ya era un asunto vedado en su época, llevarlo al nivel de la infancia temprana y de las mujeres en su fase adulta era inadmisible para la conservadora sociedad victoriana. Estos factores contribuyeron a que sus aportes fueran valorados tiempo después fuera de Viena y de la comunidad médica. En ese tiempo de aislamiento y ostracismo, su colega y amigo Fliess fue fundamental para Freud, ya que fue su confidente y un apoyo emocional e intelectual que le permitió compartir con alguien de confianza sus inquietudes, hallazgos e ideas fundamentales para el desarrollo del Psicoanálisis.  

Para complicar más el panorama científico que vivió Freud, su teoría también cuestionaba los fundamentos teórico-epistemológicos y los métodos terapéuticos de la Psicología científica de la época, lo que implicó el rechazo de esa comunidad científica. Freud tuvo que formular su teoría pese a la desvalorización y el ridículo al que fue sometido por parte de médicos y psicólogos de su tiempo. Es admirable su persistencia y su valentía como científico en un clima general tan adverso. Esto hace de Freud un auténtico revolucionario en el campo de las ciencias, que hoy es reconocido como tal y su influencia persiste en el Psicoanálisis, así como en otros campos de las ciencias sociales, gracias a sus aportes sobre la represión, sus características, funciones y resultantes, en los niveles individual y social. Otra de sus obras fundamentales fue El Malestar en la Cultura, donde exploró las implicaciones sociales de la represión como “la piedra angular sobre la que descansa toda la estructura del psicoanálisis” (Freud, citado en: Gardner, 2011, p. 97).  

En su proceso como creador de una nueva teoría todos sus conocimientos tuvieron una relevancia particular, incluso la neurología que terminó por abandonar para sostener el Psicoanálisis como una nueva disciplina que explicaba lo psicológico y su relación con síntomas físicos y emocionales, que quebrantaban la salud general de los pacientes. Dar sentido a padecimientos que no lo habían tenido hasta entonces y ofrecer un tratamiento para enfermedades “incurables” fue un aporte significativo que perdura hasta nuestros días.

Pese a las críticas y el rechazo que sufrió Freud en su vida como investigador, científico y creador de una teoría nueva sobre la psique, continuó con su trabajo y sus aportes fueron fundamentales para comprender la naturaleza humana y sus manifestaciones universales, que trascienden épocas, sexos, culturas e idiomas. Sus ideas tuvieron eco en las primeras décadas del siglo XX y adquirió renombre y fama en distintos campos disciplinares y artísticos. En Europa y luego en Estados Unidos, obtuvo importantes reconocimientos por su trabajo y luego de la Primera Guerra Mundial contaba con seguidores en Rusia e India (Gardner, 2011).

Trabajador incansable, Freud fue autor de una enorme obra científica y se sobrepuso a situaciones difíciles, incluso a edad avanzada, pues a los 82 años se vio obligado a abandonar su país debido al ascenso del nazismo y a la persecución que padecieron las personas judías bajo ese régimen. Enfermo de cáncer y debilitado por la enfermedad y la vejez consolidó el movimiento psicoanalítico mundial que se mantiene hasta hoy y ha inspirado a mentes brillantes y creativas procedentes de la Escuela de Frankfurt, a Jacques Lacan, Melanie Klein y Michael Foucault, entre otros de los pensadores más influyentes de los últimos cincuenta años.  

De acuerdo con el análisis de la vida y obra de Freud, se repite el patrón de las mentes creativas: inteligencias privilegiadas que se forman de maneras sistemática y sostenida a lo largo de sus vidas; el impacto en campos disciplinares particulares, donde los referentes científicos y emocionales juegan un papel fundamental y la apertura de comunidades científicas y pensadores serios y solventes que sirven de interlocutores para los creadores de ideas revolucionarias.  

La obra de Freud es evidencia de su capacidad de trabajo y su integridad intelectual. Ninguna mente creativa ocurre por casualidad, sino que es producto del estudio y el compromiso con el conocimiento y la ética científica de quienes la poseen. Leer a Freud es un ejemplo de cómo se articula la creación de una teoría, en el marco de referencia del conocimiento científico logrado en una época. Como he tenido el privilegio de estudiar a Freud a profundidad, tanto en mi formación en Filosofía como en Psicología, se los recomiendo, pues fue capaz de escribir con tal claridad y sencillez que su obra es accesible para quienes tienen interés de adentrarse en las intrincadas latitudes de la psique y la cultura humana. Ojalá tengan la oportunidad de hacerlo y nos cuentan qué les parece.


Referencias bibliográficas 
 
Gardner, H. (2011). Mentes creativas. Una anatomía de la creatividad. México: Paidós.