La tradición científica empírico-analítica, que predominó en ciencias sociales desde la Era Industrial hasta la segunda mitad del siglo XX, creó las condiciones para determinar el carácter científico del conocimiento y la distinción entre ciencias naturales y ciencias sociales, así como entre campos de investigación especializados que aplican los conocimientos producidos en ellas, como las ingenierías y la Pedagogía. También, abrió el debate en ámbitos de conocimiento disciplinar con pretensión de cientificidad, como las denominadas ciencias humanas o Humanidades; entre ellas, las Ciencias de la Educación.
Como verán, el avance en Epistemología de las ciencias naturales y sociales implicó discusiones que aún persisten sobre las ciencias consolidadas (ciencias naturales), las que se encontraban en "vías de consolidación" (ciencias sociales) y aquéllas cuyo estatus de ciencia aún se cuestiona, como es el caso de las Ciencias de la Educación. Debate que se identifica con una denominación prejuicidada y dogmática sobre las diferencias entre "ciencias duras y ciencias blandas".
Pese a que la condición de cientificidad de las Ciencias de la Educación aún es tema de discusión, me parece estéril mantener la tesis de que no constituyen "ciencias", en el sentido tradicional del término y justificar ese argumento porque toman saberes desarrollados en otras disciplinas para orientar su teoría y praxis; en particular, de la Psicología, porque esto implicaría que no han desarrollado un corpus teórico-tecnológico propio. Es evidente que la Psicología tiene como objeto de estudio el comportamiento humano, mientras las Ciencias de la Educación se ocupan del estudio del hecho educativo, en todas sus dimensiones: la enseñanza como fenómeno humano complejo, tanto en el nivel social como individual, con base en ciertas concepciones sobre cómo aprende el ser humano y la delimitación de su finalidad, en respuesta a las preguntas primigenias al respecto: qué enseñar, cómo enseñar, para qué enseñar.
En vista de la persistencia de este debate sería interesante analizar qué tan útil es sostener la postura de dominio de un enfoque epistemológico sobre otros; o bien, de restar o sumar posibilidades, limitaciones y estatus de cientificidad en las ciencias sociales en general y, en particular, en las Ciencias de la Educación. En la actualidad, es indiscutible que la mayoría de las disciplinas científicas toman insumos teóricos y tecnologías de otras: la Física de la Matemática y la Química; la Biología de la Química; la Medicina de la Biología, la Química, la Fisiología, la Física y la Matemática e, incluso, de ciencias sociales como la Sociología, la Psicología y la Antropología... Dado el grado de conocimiento alcanzado es imposible e incluso absurdo, no aprovechar los diversos conocimientos desarrollados en unas disciplinas en beneficio del desarrollo de otras...
Ante nuestra argumentación, se debe reconocer que aún las Ciencias de la Educación enfrentan problemas de consenso en ámbitos diversos, que van desde lo epistemológico hasta lo tecnológico, en todos los niveles educativos. También, hay que admitir que persiste una gran diversidad de definiciones sobre el hecho educativo, el currículo y la didáctica, y que divergencias de este tipo son procesos normales en la configuración de las disciplinas científicas. Es conveniente revisar la historia de los campos científicos "consolidados" como la Física y la Química, para entender cómo los debates y distintas posiciones al interior de las comunidades científicas no son exclusivas de las ciencias sociales, sino una "constante" en la ciencia, como bien explicó Thomas Kuhn en su libro La estructura de las revoluciones científicas, cuya lectura es obligada para toda persona que inicie estudios en cualquier campo disciplinar.
Si bien el debate serio y responsable, bien fundado y capaz de articular con inteligencia las diversas ideas que hoy predominan al interior de la comunidad científica en Educación es esencial para su desarrollo disciplinar, preocupa que se continúe aceptando de manera incuestionable la idea de que hay ciencias "superiores" e "inferiores", "duras" y "blandas" y que no es posible aspirar al grado de rigor y cientificidad que hoy reconocemos en las ciencias naturales y las ciencias puras (deductivas), como la Matemática y la Lógica. Quizá los principales obstáculos para el desarrollo científico en Educación somos quienes integramos las comunidades científicas que la hacen posible.
Superar el fondo ideológico y dogmático de la noción de ciencia que se consolidó en la Modernidad no es un desafío más, sino un deber de quienes conformamos comunidades científicas distintas a las ciencias puras y las ciencias empírico-analíticas. Cumplir con esta tarea requiere asumir una posición decidida y comprometida con la rigurosidad científica y el desarrollo de tecnologías innovadoras, que ofrezcan soluciones refrescantes a los viejos y nuevos problemas en Educación. En esta empresa las universidades juegan un papel fundamental, pues en ellas se forman las personas profesionales en Educación y a quienes tendrán a su cargo la investigación y el desarrollo disciplinar.
El fortalecimiento y la innovación del currículo para la formación de profesionales en Educación pasa, necesariamente, por darle al estudiantado una sólida base en Epistemología, Teoría e Historia de la Educación e investigación. No olvidemos que la construcción del conocimiento científico es social y, en consecuencia, con comunidades de especialistas débiles en áreas críticas de la conformación de la disciplina no será posible abandonar la sumisión ante los paradigmas dominantes. Sin profesionales en Educación con un alto nivel de formación en esas áreas es imposible un desarrollo disciplinar coherente y sólido, que le adjudique a nuestra profesión una mayor proyección y reconocimiento social. ¿Qué les parece?