domingo, 22 de febrero de 2009

¿Por qué nos cuesta tanto despegar en educación y en todo lo demás?

Las instituciones fracasan víctimas de su propio éxito.
Montesquieu


Quisiera referirme a un texto que leí el año pasado y retomé recientemente, de Alvin y Heidi Tofler (http://es.wikipedia.org/wiki/Alvin_Toffler) titulado La revolución de la riqueza, que les recomiendo, porque en él se hace un análisis interesante y profundo de las macrotendencias globales que determinan el futuro próximo y no tan próximo de la humanidad e intentan explicar por qué ha resultado tan difícil hacer los cambios necesarios para entrar en un futuro que ya está aquí.
Tofler es un pionero de la Prospectiva, que busca la comprensión del futuro para tomar acciones que nos permitan intervenir de manera temprana sobre eventos que afectan a la humanidad, tanto positiva como negativamente. La prospectiva (http://es.wikipedia.org/wiki/Futurolog%C3%ADa) es una ciencia relativamente reciente, con sólidas bases científicas, que ha tenido éxito en los últimos años e impactó fuertemente a las ciencias sociales, porque permitió aplicar teorías emergentes como la Teoría de Sistemas Sociales (http://es.wikipedia.org/wiki/Niklas_Luhmann), la Teoría del Caos (http://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_del_Caos) y la Teoría de la Complejidad (http://es.wikipedia.org/wiki/Complejidad). Así, es una disciplina al servicio de la comprensión de fenómenos sociales de gran magnitud, diversidad y complejidad (véase al respecto: http://es.wikipedia.org/wiki/Futurolog%C3%ADa).
En el libro que les mencioné los Tofler hacen una metáfora muy interesante sobre la reordenación del tiempo en la Era Posmoderna (http://es.wikipedia.org/wiki/Posmodernidad) y la Globalización (http://es.wikipedia.org/wiki/Globalizaci%C3%B3n), cuya velocidad incremental provoca un “choque de velocidades” entre distintas instituciones y actores sociales fundamentales, que emergieron en la Era Industrial, hace 250 años: las empresas privadas, la sociedad civil, la familia nuclear, las organizaciones no gubernamentales, las burocracias gubernamentales y las agencias reguladoras, los sistemas educativos públicos, las organizaciones intergubernamentales, las estructuras políticas y el sistema jurídico (Tofler y Tofler, 2006, p. 66-73).
Para introducir el tema hacen un análisis de las transformaciones en el ritmo temporal sufridas en la transición del Feudalismo (http://es.wikipedia.org/wiki/Feudalismo) a la Era Industrial (http://es.wikipedia.org/wiki/Era_industrial). Los trenes son la principal evidencia de las dificultades que hubo entonces por acelerar el ritmo económico, social y político, así como el “vital”. Las personas y, en consecuencia, las organizaciones no se adaptaron con facilitad al aceleramiento del tiempo, a las nuevas exigencias de rapidez, eficiencia, eficacia y “puntualidad” necesarios para entrar en el “tiempo de la Era Industrial”.
Pese a los logros irrefutables al respecto a lo largo de esos 250 años, a mediados de la segunda parte del siglo XX el ritmo del tiempo se aceleró de nuevo producto de la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación (http://es.wikipedia.org/wiki/Tecnolog%C3%ADas_de_la_informaci%C3%B3n), con las consecuencias normales de eventos de esa magnitud, que alcanzaron entonces una escala planetaria y exigían el cambio de ritmo a ese mismo nivel. Todo el mundo debía sincronizarse para hacer posible un nuevo modelo económico y social que hoy llamamos Globalización (http://es.wikipedia.org/wiki/Globalizaci%C3%B3n). Las consecuencias por el impacto de este nuevo aceleramiento fueron de muy diversa índole, entre ellas destaca el que tuvo sobre la administración en general y la pública en particular. Pese a lo interesante de lo que sucede con cada una de ellas, sólo voy a mencionarlas en términos generales, pese a que en el libro de Tofler y Tofler (2006) se hace referencia a los Estados Unidos, pero considero que aplican para todo el mundo con las diferencias y salvedades del caso.

Siguiendo la metáfora de una autopista donde diferentes vehículos van en la misma dirección (el futuro) pero a diferentes velocidades, para Tofler y Tofler (2006) las velocidades serían las siguientes:

1. Las empresas privadas van a 160 km por hora.
2. La sociedad civil va a 150 km por hora.
3. La familia a 100 km por hora.
4. Las organizaciones no gubernamentales a 50 km por hora.
5. Las burocracias gubernamentales y las agencias reguladoras a 40 km por hora.
6. El sistema educativo va a 15 km por hora.
7. Las organizaciones intergubernamentales, como las Naciones Unidas o el Fondo Monetario Internacional, van a 10 km por hora.
8. Las estructuras políticas van a 5 km por hora.
9. El sistema jurídico y la legislación van a 2 km por hora.


Como verán, el panorama es dificil en diferentes direcciones. En primera instancia, el planeta entero va al ritmo de los intereses privados, lo que explica el franco deterioro de la sociedad y el retroceso de logros de la humanidad sin precedentes como: los derechos humanos, la democracia, las libertades civiles y las garantías sociales. La crisis económica mundial, sus causas y precedentes son pruebas irrefutables de ello. Si bien hay actividades privadas esenciales para la sociedad, que se llevan a cabo en acato a los logros mencionados, no podemos obviar ciertas tendencias generales donde hay conflicto entre intereses públicos y privados, sin los debidos controles o supervisión del Estado.

La sociedad civil y la familia siguen en la carrera, justo detrás de las empresas, ajustándose a esa misma lógica. Ello explica la preeminencia de los intereses personales sobre los altruistas y sociales, que son la verdadera base de la familia nuclear y no si la familia está integrada por el padre, la madre y unos hijos. La destrucción de los valores que sustentó primero la familia extendida y luego la nuclear, son la verdadera causa del rompimiento de las redes de apoyo emocional, económico y psicológico que brindó tradicionalmente la familia a sus miembros, particularmente a los niños, niñas, a los jóvenes y a las personas con discapacidad, enfermas y ancianas. Si creen que exagero al respecto les recomiendo un libro extraordinario de Ulrich Bech y Elizabeth Beck-Gernsheim (http://es.wikipedia.org/wiki/Ulrich_Beck), titulado El normal caos del amor. Las nuevas formas de la relación amorosa, donde se hace un análisis pormenorizado de las funciones y cambios en la familia en las fases tradicional-feudal, industrial y posmoderna.

Las organizaciones no gubernamentales se han despolitizado positivamente y repolitizado negativamente. Es decir, cada vez representan menos los intereses de grupos excluidos de poder para representar intereses de los grupos poderosos. Esta estrategia ha garantizado su supervivencia económica, pero les ha restado legitimidad e impacto social, por lo que aglutinan grupos específicos y relativamente pequeños, con intereses de alguna manera integrados a la lógica de poder dominante.

Detrás van las burocracias gubernamentales y las agencias reguladoras ahogadas en su propia incapacidad para la administración de lo público y presionadas por muchos intereses privados contradictorios. En ese contexto se caracterizan por sus acciones erráticas, reactivas, ineficaces e ineficientes y de baja calidad general. Ustedes me dirán si algo de lo que ocurre en Costa Rica al respecto se les parece.
El sistema educativo va a sólo 15 km por hora. Ello implica que es una de las instituciones nacidas en la Modernidad más atrasadas y obsoletas de la historia reciente de la humanidad. La ineficacia, ineficiencia y la falta de pertinencia, calidad y equidad de la educación contemporánea rebasan cualquier pronóstico que pudo hacerse hace diez años y es precisamente lo que espero revisar con mayor cuidado en otras entregas de este blog, hasta agotar aspectos que considero esenciales en relación con la obsolescencia de la educación en nuestro tiempo.

Las organizaciones intergubernamentales, como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial y otras, van a 10 km por hora, porque continúan arbitrando el mundo posmoderno desde la lógica de la Era Industrial. Lamentablemente, todavía no se han enterado que el mundo cambió o se enteraron pero están esperando cómodamente que el desgaste las encuentre en el futuro próximo, mientras cuesta seis dólares o más que un dólar llegue a los pobres o a quien lo necesite. El conflicto palestino-israelí, que dejó sus peores consecuencias en diciembre pasado ante la indiferencia e ineptitud de los organismos competentes, como las Naciones Unidades, son una triste evidencia de ello. No se diga de las acciones de esas instancias frente a la actual crisis económica mundial.

Las estructuras políticas van a 5 km por hora, por la corrupción de la función social básica de esas instancias. La responsabilidad mayor de las estructuras políticas en la actualidad es la destrucción de los sistemas democráticos y el regreso a una sociedad salvaje y sin reglas del juego claras, donde los grandes ganadores son la economía perversa, el crimen organizado, el narcotráfico, el terrorismo y la delincuencia en todas sus facturas. Vivimos en “tierra de nadie”, porque la política está a favor de cualquier tipo de intereses, menos los que le corresponden: los públicos, los de todos, los que permiten y sostienen sociedades capaces de reproducirse económica y culturalmente, y de tener un futuro.

Los ciudadanos de hoy somos las hordas de ayer, sobreviviendo entre la violencia, el saqueo y el abuso de los más fuertes y de los criminales. Ustedes tienen los periódicos y los noticiarios del país a mano. Échenles una mirada y díganme si esto no ocurre en nuestro país, en Nicaragua, en Panamá y así para adelante y para atrás a lo largo de América Latina. México es hoy una triste prueba de este horror, porque en ese país se vive una guerra entre el narcotráfico y la ciudadanía, ya que si bien el ejército y la policía intervienen, las víctimas de esa guerra son los ciudadanos y las ciudadanas de México. Colombia no se queda atrás. El resto del mundo tampoco, pues hay ejemplos tanto o más tristes en Europa, Asia y África.

Finalmente, el sistema jurídico y la legislación van a 2 km por hora. Creo que esto ni siquiera merece comentarios. En Costa Rica sobran los ejemplos de la incapacidad de nuestro sistema jurídico y nuestras leyes para contener las disfunciones sociales, políticas y económicas que nos acongojan a todos los ticos. Frente a esta realidad, sólo queda que los y las costarricenses tengamos la valentía de exigir leyes acordes a la altura de los tiempos, porque ya no vivimos en el siglo XIII y no necesitamos inquisidores, tramitólogos ni lenguajes excesivos, floridos y absurdos para justificar la incompetencia, la ineptitud y la irresponsabilidad de nuestros connotados juristas, entre los que todavía quedan algunos con visión de futuro, que quieren imprimirle a nuestro sistema legal la velocidad, eficiencia y eficacia que todos necesitamos y merecemos. Ojalá tomen la palabra, se atrevan y nos regalen la esperanza de un mejor país.

Ya los familiares de las víctimas, sobrevivientes junto a ciudadanos y ciudadanas comprometidas se lanzaron a las calles clamando justicia y un alto a la violencia, el crimen y la delincuencia en el país. Esperemos todos que sus voces sean escuchadas.

Sobre la educación y su pobre desempeño de 15 km por hora, me referiré específicamente en la próxima entrega. Espero sus comentarios y, como dice un poema de no recuerdo quién, “buena suerte viviendo”.



Referencias



Beck, U & Beck-Gernsheim, E. (2001). El normal caos del amor. Las nuevas formas de la relación amorosa. Barcelona: Paidós.

Tofler, A. y Tofler, H. (2006). La revolución de la riqueza. México: Debate.