Espero que el receso de medio año les haya permitido un merecido descanso y la recuperación de la energía necesaria para emprender la segunda parte del curso lectivo de 2009. En medio de la pandemia de la gripe AH1N1, el caos vial y la situación política convulsa en la región, debido a la compleja cadena de eventos del último mes en Honduras, la reflexión, el análisis profundo y la necesidad de identificar puntos de encuentro entre las demandas sociales y las respuestas gubernamentales e institucionales cobran relevancia en un escenario local, regional y global caracterizado por la ingobernabilidad.
A finales de la década de 1980, un teórico de la última generación de la Escuela de Frankfurt, Claus Offe, escribió dos libros extraordinarios por su capacidad explicativa y el tema que trataron: el Estado en la fase del Capitalismo tardío y su capacidad para “hacer política” en un contexto radicalmente distinto al de la Era Industrial y el Estado Benefactor. Los libros se titulan: Contradicciones en el Estado de Bienestar (1990) y Partidos políticos y nuevos movimientos sociales (1992). En ambos textos, Offe trabaja con un concepto novedoso entonces: la ingobernabilidad, entendida como la “sobrecarga en la demanda política” sobre el Estado, en un contexto de “sobrecarga en la demanda económica”, conocida como inflación. Creo que quienes trabajamos en educación debemos revisarlos hoy, a la luz de dos décadas “perdidas” en el mundo contemporáneo, en términos de desarrollo humano y económico, y de estabilidad político-social .
El desbalance entre la capacidad del Estado para satisfacer las demandas sociales y atender las presiones del sector privado hace que nuestras sociedades se vuelvan cada vez más proclives a la “desintegración, la quiebra y el caos” (Offe, 1990, p. 154). Lamentablemente, esta predicción de Offe de hace veinte años se ha cumplido en muchos países y regiones. Centroamérica y Costa Rica, no son la excepción. Las fallas sistemáticas del Estado en el sistema democrático y su incapacidad para articular la lógica político-administrativa necesaria para hacer un balance entre el “bien común” –lo público– y la “libertad individual” –lo privado–, cada vez son más evidentes y profundas. Ejemplos de ello son la última crisis financiera global y la pérdida creciente de credibilidad en los partidos políticos y la política, que se traduce en una escasa participación de la ciudadanía en los asuntos públicos y en la abstención masiva al voto en los procesos electorales.
Se preguntarán qué relación hay entre un problema generalizado en el ámbito político-económico y la educación. Si me permiten, creo que la relación es directa porque la educación es un bien público, que está regido por la institucionalidad que avala el Estado y, en consecuencia, por el sistema de regulación y legislación que da al país el carácter mismo de nación. A partir de la Constitución Política, se declara la educación como un derecho de la ciudadanía, protegido y garantizado por el Estado costarricense.
Con la educación ha ocurrido lo mismo que con otras demandas sociales, cuya satisfacción es fundamental para garantizar la estabilidad, el desarrollo general y el bien común, entre ellas: la salud, el acceso al trabajo, la estabilidad laboral, salarios dignos, la seguridad ciudadana, el acceso a la vivienda y pensiones decorosas. Desde la década de 1990, crece la sobrecarga de las demandas educativas sobre el sistema de educación pública, que el Estado costarricense no logra satisfacer por los mecanismos tradicionales –ya desgastados por limitaciones históricas propias, a las que se suman carencias que no fueron subsanadas en el momento oportuno. La erradicación de la pobreza material y cultural en el país es una batalla que se pierde todos los días… Sólo basta ver los sucesos de los noticiarios y algunos programas de entretenimiento nacionales y extranjeros de alta audiencia, para encontrar ejemplos dramáticos de ello.
Al igual que nuestras carreteras y puentes, la educación pública ha sufrido un largo período de abandono e indiferencia política y ciudadana. Ante la sistemática evidencia de nuestras carencias y fracasos en el sistema educativo público, culpamos a la familia, a la economía, al gobierno de ayer, de hoy y de mañana, al “descalabro” de la juventud e, incluso, a Internet. La Generación Red, a la que pertenecen las personas que nacieron a partir de 1990, es la perjudicada directa; pero, los afectados indirectos somos muchos: la sociedad costarricense como un todo.
Ante la situación de crisis generalizada y de “crisis en el manejo de la crisis”, entendida como la incapacidad de encontrar soluciones viables y duraderas desde el Estado para recuperar la “estabilidad” (Offe, 1990), debemos reconocer que las viejas fórmulas y las prácticas del pasado resultan inadecuadas o, en el mejor de los casos, parciales. Este tipo de respuesta de las instancias gubernamentales tiene un apelativo popular de vieja data en nuestro país: “parches”. La buena noticia es que los “parches” ya no sirven, porque la profundidad y magnitud de los problemas que hoy nos aquejan hacen que las soluciones basadas en la inmediatez, simplistas, no planificadas y cortoplacistas, simplemente ya no funcionen. Recuerden lo que duraron las reparaciones recientes y las placas metálicas sobre el puente del río Virilla en la autopista General Cañas.
En relación con lo anterior, en educación enfrentamos un problema de “vieja data”, que se ha generalizado en todas las fases del sistema educativo del país: el plagio. Nuestros niños, niñas, jóvenes y adultos ven “normal” la práctica de “copiar y pegar” de Internet, libros, periódicos, revistas o cualquier otra fuente para hacer sus trabajos y deberes académicos, sin referencia alguna. Pero eso no es lo peor, lo más aterrador es que muchos de sus maestros, maestras, profesores y profesoras califican esos trabajos copiados textualmente y sin referencias con 10… Entonces, ¿qué se dañó tan profundamente en la educación costarricense? ¿Qué implicaciones tiene la generalización de esta práctica en el proceso de enseñanza y aprendizaje, en la formación general y universitaria?, ¿qué hacer al respecto?
Creo que hay varios factores que se deben considerar para dar una solución integral a un problema tan complejo, que se relaciona con diferentes factores: la brecha digital, el enfoque pedagógico y curricular del sistema educativo público, la formación de formadores, la pauperización de la profesión docente, la formación en servicio del profesorado, la falta de investigación y la carencia de mecanismos de supervisión y control. Por la complejidad y dificultades implícitas de los componentes del plagio mencionados, voy a tratar cada uno de ellos por separado en diferentes entregas en este blog. La idea es motivar la reflexión y discutir las implicaciones de este fenómeno en términos de la calidad, la pertinencia y la equidad de la educación en el país.
Como les mencioné, los “parches” ya no son una opción razonable y lo que está en juego es el futuro del país. A mi parecer, el plagio se relaciona con lo académico pero lo trasciende, ya que es el resultado de una visión de mundo y valores contemporáneos que deben movernos a la reflexión y a encontrar respuestas para revertir prácticas generalizadas en el sistema educativo nacional que deterioran la inteligencia y la psique, y lesionan los cimientos de la sociabilidad.
La siguiente entrega tratará la brecha digital y sus implicaciones en la proliferación del plagio y el deterioro creciente de la educación nacional, especialmente en las universidades, en los niveles de grado y posgrado. Para mí es especialmente importante conocer su experiencia al respecto y cómo han abordado el problema en su trabajo docente, así que sus comentarios serán de gran utilidad para orientar el análisis y la discusión sobre un problema de esa magnitud y características, que tiene implicaciones nefastas para nuestro sistema educativo y el país.
A finales de la década de 1980, un teórico de la última generación de la Escuela de Frankfurt, Claus Offe, escribió dos libros extraordinarios por su capacidad explicativa y el tema que trataron: el Estado en la fase del Capitalismo tardío y su capacidad para “hacer política” en un contexto radicalmente distinto al de la Era Industrial y el Estado Benefactor. Los libros se titulan: Contradicciones en el Estado de Bienestar (1990) y Partidos políticos y nuevos movimientos sociales (1992). En ambos textos, Offe trabaja con un concepto novedoso entonces: la ingobernabilidad, entendida como la “sobrecarga en la demanda política” sobre el Estado, en un contexto de “sobrecarga en la demanda económica”, conocida como inflación. Creo que quienes trabajamos en educación debemos revisarlos hoy, a la luz de dos décadas “perdidas” en el mundo contemporáneo, en términos de desarrollo humano y económico, y de estabilidad político-social .
El desbalance entre la capacidad del Estado para satisfacer las demandas sociales y atender las presiones del sector privado hace que nuestras sociedades se vuelvan cada vez más proclives a la “desintegración, la quiebra y el caos” (Offe, 1990, p. 154). Lamentablemente, esta predicción de Offe de hace veinte años se ha cumplido en muchos países y regiones. Centroamérica y Costa Rica, no son la excepción. Las fallas sistemáticas del Estado en el sistema democrático y su incapacidad para articular la lógica político-administrativa necesaria para hacer un balance entre el “bien común” –lo público– y la “libertad individual” –lo privado–, cada vez son más evidentes y profundas. Ejemplos de ello son la última crisis financiera global y la pérdida creciente de credibilidad en los partidos políticos y la política, que se traduce en una escasa participación de la ciudadanía en los asuntos públicos y en la abstención masiva al voto en los procesos electorales.
Se preguntarán qué relación hay entre un problema generalizado en el ámbito político-económico y la educación. Si me permiten, creo que la relación es directa porque la educación es un bien público, que está regido por la institucionalidad que avala el Estado y, en consecuencia, por el sistema de regulación y legislación que da al país el carácter mismo de nación. A partir de la Constitución Política, se declara la educación como un derecho de la ciudadanía, protegido y garantizado por el Estado costarricense.
Con la educación ha ocurrido lo mismo que con otras demandas sociales, cuya satisfacción es fundamental para garantizar la estabilidad, el desarrollo general y el bien común, entre ellas: la salud, el acceso al trabajo, la estabilidad laboral, salarios dignos, la seguridad ciudadana, el acceso a la vivienda y pensiones decorosas. Desde la década de 1990, crece la sobrecarga de las demandas educativas sobre el sistema de educación pública, que el Estado costarricense no logra satisfacer por los mecanismos tradicionales –ya desgastados por limitaciones históricas propias, a las que se suman carencias que no fueron subsanadas en el momento oportuno. La erradicación de la pobreza material y cultural en el país es una batalla que se pierde todos los días… Sólo basta ver los sucesos de los noticiarios y algunos programas de entretenimiento nacionales y extranjeros de alta audiencia, para encontrar ejemplos dramáticos de ello.
Al igual que nuestras carreteras y puentes, la educación pública ha sufrido un largo período de abandono e indiferencia política y ciudadana. Ante la sistemática evidencia de nuestras carencias y fracasos en el sistema educativo público, culpamos a la familia, a la economía, al gobierno de ayer, de hoy y de mañana, al “descalabro” de la juventud e, incluso, a Internet. La Generación Red, a la que pertenecen las personas que nacieron a partir de 1990, es la perjudicada directa; pero, los afectados indirectos somos muchos: la sociedad costarricense como un todo.
Ante la situación de crisis generalizada y de “crisis en el manejo de la crisis”, entendida como la incapacidad de encontrar soluciones viables y duraderas desde el Estado para recuperar la “estabilidad” (Offe, 1990), debemos reconocer que las viejas fórmulas y las prácticas del pasado resultan inadecuadas o, en el mejor de los casos, parciales. Este tipo de respuesta de las instancias gubernamentales tiene un apelativo popular de vieja data en nuestro país: “parches”. La buena noticia es que los “parches” ya no sirven, porque la profundidad y magnitud de los problemas que hoy nos aquejan hacen que las soluciones basadas en la inmediatez, simplistas, no planificadas y cortoplacistas, simplemente ya no funcionen. Recuerden lo que duraron las reparaciones recientes y las placas metálicas sobre el puente del río Virilla en la autopista General Cañas.
En relación con lo anterior, en educación enfrentamos un problema de “vieja data”, que se ha generalizado en todas las fases del sistema educativo del país: el plagio. Nuestros niños, niñas, jóvenes y adultos ven “normal” la práctica de “copiar y pegar” de Internet, libros, periódicos, revistas o cualquier otra fuente para hacer sus trabajos y deberes académicos, sin referencia alguna. Pero eso no es lo peor, lo más aterrador es que muchos de sus maestros, maestras, profesores y profesoras califican esos trabajos copiados textualmente y sin referencias con 10… Entonces, ¿qué se dañó tan profundamente en la educación costarricense? ¿Qué implicaciones tiene la generalización de esta práctica en el proceso de enseñanza y aprendizaje, en la formación general y universitaria?, ¿qué hacer al respecto?
Creo que hay varios factores que se deben considerar para dar una solución integral a un problema tan complejo, que se relaciona con diferentes factores: la brecha digital, el enfoque pedagógico y curricular del sistema educativo público, la formación de formadores, la pauperización de la profesión docente, la formación en servicio del profesorado, la falta de investigación y la carencia de mecanismos de supervisión y control. Por la complejidad y dificultades implícitas de los componentes del plagio mencionados, voy a tratar cada uno de ellos por separado en diferentes entregas en este blog. La idea es motivar la reflexión y discutir las implicaciones de este fenómeno en términos de la calidad, la pertinencia y la equidad de la educación en el país.
Como les mencioné, los “parches” ya no son una opción razonable y lo que está en juego es el futuro del país. A mi parecer, el plagio se relaciona con lo académico pero lo trasciende, ya que es el resultado de una visión de mundo y valores contemporáneos que deben movernos a la reflexión y a encontrar respuestas para revertir prácticas generalizadas en el sistema educativo nacional que deterioran la inteligencia y la psique, y lesionan los cimientos de la sociabilidad.
La siguiente entrega tratará la brecha digital y sus implicaciones en la proliferación del plagio y el deterioro creciente de la educación nacional, especialmente en las universidades, en los niveles de grado y posgrado. Para mí es especialmente importante conocer su experiencia al respecto y cómo han abordado el problema en su trabajo docente, así que sus comentarios serán de gran utilidad para orientar el análisis y la discusión sobre un problema de esa magnitud y características, que tiene implicaciones nefastas para nuestro sistema educativo y el país.
Referencias bibliográficas
Offe, C. (1990). Contradicciones en el Estado del Bienestar. Madrid: Alianza Universidad.
Offe, C. (1992). Partidos políticos y nuevos movimientos sociales. Madrid: Sistema.
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