El ciclo lectivo dio inicio con la reiterada presencia de viejos problemas que persisten en el sistema educativo público costarricense, pese a los esfuerzos e intentos de solución de administraciones pasadas y de la actual: la infraestructura escolar y el nombramiento de docentes y personal directivo. No obstante, el MEP fue uno de los ministerios que sub-ejecutó el presupuesto para infraestructura en años anteriores y las universidades públicas y privadas gradúan docentes y personal de Administración de la Educación todos los años. Me sorprendió escuchar al Sr. Ministro de Educación, Dr. Leonardo Garnier, en una entrevista que le hizo una periodista de Teletica Canal 7, justificar el problema del nombramiento de personal docente y directivo, como un asunto “normal” y, en consecuencia, inevitable, frente al cual la ciudadanía debe tener comprensión y paciencia...
Ante esta realidad, resulta evidente que estos problemas son endémicos en la institución y obedecen sólo a una razón: mala administración. Peter Drucker, uno de los teóricos de la Administración más importantes en la actualidad, señaló que “no hay países pobres, sino países mal administrados”…, destacando que la incompetencia administrativa y la inadecuada toma de decisiones pueden tener costos muy altos en los niveles económico y social. Más allá de las limitaciones objetivas para el financiamiento del sistema educativo nacional está otra realidad que nos impide superar la crisis de calidad, equidad y pertinencia de la educación: la mala administración, que se refleja en los niveles estructural, funcional y cultural.
Al margen del impacto en la enseñanza y el aprendizaje de estos problemas al inicio del curso lectivo, es común entrar en las instituciones educativas públicas del país en cualquier momento del año y encontrar un panorama sombrío en términos de infraestructura, mobiliario, equipo y limpieza. Lo mismo ocurre cuando se visitan las oficinas e instalaciones del MEP en todo el territorio nacional. Ello muestra una cultura organizacional, donde estos elementos son poco relevantes. Parece que el mal estado de edificios, mobiliario, aulas, pupitres, equipos, bibliotecas, material didáctico, servicios sanitarios, áreas deportivas y de recreo es “normal” e “inevitable”, sin tomar en cuenta las condiciones laborales y salariales del profesorado. Como formadora de profesionales en el campo de la Administración de la Educación, creo que debemos plantearnos muy seriamente qué estamos haciendo al respecto, en las universidades públicas y privadas del país.
Es preocupante que hasta ahora no se haya creado un sistema de selección, reclutamiento y contratación de personal docente y directivo, que le garantice al país un eficiente y eficaz manejo del recurso humano en el MEP, no sólo al inicio del ciclo lectivo, sino durante todo el año. Con las facilidades que hay en la actualidad de equipo de cómputo y software es inaudito que muchas veces se justifiquen problemas de nombramientos o de pago de salarios debido a “fallas en el sistema”. Sólo en nuestro país la integración de las nuevas tecnologías y de sofisticados sistemas de información y software provocan más atrasos y problemas que los sistemas manuales… En fin, ustedes me dirán si el problema es de recursos económicos y tecnológicos, o realmente obedece a una mala toma de decisiones y a la falta de pericia e idoneidad de quienes administran esos departamentos o dependencias del MEP, y de quienes llevan a cabo estas tareas.
Parece “llover sobre mojado” lo que voy a decir a continuación, pero es inevitable repetirlo: mientras no se revise la estructura y funciones del MEP, ni se vele por la idoneidad profesional de las personas que tienen a su cargo puestos directivos y técnicos, difícilmente saldremos de los viejos y bien conocidos problemas que nos aquejan. Sólo un profundo cambio en las bases de la organización como un todo permitirá revertir los vicios administrativos y culturales arraigados en la institución, que han permeado a nuestra sociedad. Las escuelas y los colegios públicos no tienen por qué ser feos, incómodos, inseguros y poco limpios. Tal vez crean que es una necedad de mi parte, pero no se puede aprender en forma adecuada en condiciones medioambientales y culturales incompatibles con los procesos de enseñanza y aprendizaje de calidad e innovadores.
Les invito a que cierren los ojos y visualicen sólo por un minuto cómo son las instituciones educativas donde trabajan, asisten sus hijos e hijas y la última vez que fueron a una oficina del MEP o visitaron un baño en una institución pública, para que saquen sus propias conclusiones. Si un Director o Directora no puede cambiar un apagador o un bombillo, ni mantener el aseo y condiciones mínimas de mantenimiento y limpieza de los servicios sanitarios de la institución, ¿cómo podemos pedirle que innove, gestione la integración de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en los procesos de enseñanza y aprendizaje o mejore las condiciones para que trabajen cómodos docentes y estudiantes? No podemos pedirle peras al olmo…
Les invito a que cierren los ojos y visualicen sólo por un minuto cómo son las instituciones educativas donde trabajan, asisten sus hijos e hijas y la última vez que fueron a una oficina del MEP o visitaron un baño en una institución pública, para que saquen sus propias conclusiones. Si un Director o Directora no puede cambiar un apagador o un bombillo, ni mantener el aseo y condiciones mínimas de mantenimiento y limpieza de los servicios sanitarios de la institución, ¿cómo podemos pedirle que innove, gestione la integración de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en los procesos de enseñanza y aprendizaje o mejore las condiciones para que trabajen cómodos docentes y estudiantes? No podemos pedirle peras al olmo…
Quisiera terminar este comentario diciendo que los problemas mencionados aquejan sólo al sistema educativo público del país, pero, lamentablemente, esa es una realidad que permea a todas las dependencias públicas, con raras excepciones. Tras la antiestética, poco limpia y destartalada fachada de las instituciones educativas y de la pésima atención que recibimos la mayoría de las veces en las oficinas públicas está un viejo y anquilosado problema que no le permite al país salir del subdesarrollo: la obsolescencia del sistema administrativo público en general y la respectiva incapacidad en unos casos e imposibilidad en otros –porque muchas veces las personas quieren, pero el sistema se los impide– de tomar las decisiones que corresponde, cuando es preciso, y de velar porque se lleven a cabo de manera adecuada.