Comentamos en ocasiones anteriores algunas de las principales limitaciones de la educación contemporánea para responder a las demandas educativas de la Sociedad del Conocimiento y la Información (SIC). Entre ellas referimos las inconsistencias epistemológicas y teóricas que subyacen al proyecto educativo nacional, así como problemas paralelos relacionados con la formación de formadores, el modelo de administración y la gestión del sistema educativo público, la anomia social que caracteriza nuestro tiempo y la pérdida de sentido de la educación para nuestros niños, niñas y jóvenes.
Los avances en el conocimiento sobre la sociedad y la persona, producto de los aportes de la Sociología y la Psicología, ya mostraron ampliamente la importancia de los procesos de socialización primaria y secundaria, para el adecuado desarrollo psicológico y social. Al respecto, la educación juega un papel crucial en la conformación de la persona como sujeto social, capaz de insertarse en el contexto sociocultural e histórico que le corresponde vivir. Entre más educación recibe la persona, mayores son sus posibilidades de alcanzar el éxito social y personal.
Normalmente se relaciona la educación con las oportunidades laborales, pero ella se vincula también -quizá más de lo que pensamos-, con las posibilidades de crecimiento y maduración personal. Como demostró Piaget (2001), inteligencia y afectividad son parte de un mismo proceso, donde el ser humano se constituye como tal y, en consecuencia, selecciona y justifica sus actuaciones ante sí misma y quienes le rodean. Entre mayor educación y conocimientos adquiere la persona, más probable es que tome mejores decisiones que le afectan directamente y a otros, en particular a su familia. Mucho del descalabro social de nuestro tiempo se explica en parte, por la pérdida de significación de la educación en el nivel personal (Taberner, 2008).
El énfasis en una visión superficial, utilitaria y mediocre del conocimiento y la cultura ha llevado a tomar decisiones nefastas para la educación, como: el acortamiento de los tiempos de formación, el énfasis en los contenidos, el acento de la memorización en el aprendizaje y la tendencia a convertir los valores socio-culturales en un contenido más del currículo. Sólo la vivencia auténtica y reflexiva del conocimiento y del acervo cultural permiten su integración y elaboración cognoscitiva y afectiva.
Dos de las necesidades declaradas a escala planetaria son mejorar el acceso y la calidad de la educación; no obstante, sus causas siguen sin ser atendidas: el enfoque epistemológico y teórico, la formación inicial y en servicio de formadores, y la integración de las TIC en los procesos de enseñanza, aprendizaje y gestión de la educación. Entre ellas, el cambio epistemológico y teórico es fundamental, pues de ello depende que se superen los enfoques tradicional-transmisionista y conductista del currículo, la enseñanza y el aprendizaje.
A nuestro parecer, mientras prevalezca una visión tradicional-transmisionista y conductista de la enseñanza y el aprendizaje, se mantendrá una estructura burocrática de las organizaciones educativas y viceversa. Los enfoques pedagógicos emergentes, como el constructivista, el cognitivo y el sociocultural no son viables en estructuras organizativas burocráticas, cuyos esquemas de gestión son la estandarización, el control formal, la predicción de los procesos -en esencia rutinarios-, y la evaluación estereotipada. Ahora bien, ¿qué debe cambiar primero?: el enfoque epistemológico y teórico de la educación o la organización del sistema educativo costarricense, que incide en los niveles público y privado, desde primaria hasta la educación superior.
Los avances en el conocimiento sobre la sociedad y la persona, producto de los aportes de la Sociología y la Psicología, ya mostraron ampliamente la importancia de los procesos de socialización primaria y secundaria, para el adecuado desarrollo psicológico y social. Al respecto, la educación juega un papel crucial en la conformación de la persona como sujeto social, capaz de insertarse en el contexto sociocultural e histórico que le corresponde vivir. Entre más educación recibe la persona, mayores son sus posibilidades de alcanzar el éxito social y personal.
Normalmente se relaciona la educación con las oportunidades laborales, pero ella se vincula también -quizá más de lo que pensamos-, con las posibilidades de crecimiento y maduración personal. Como demostró Piaget (2001), inteligencia y afectividad son parte de un mismo proceso, donde el ser humano se constituye como tal y, en consecuencia, selecciona y justifica sus actuaciones ante sí misma y quienes le rodean. Entre mayor educación y conocimientos adquiere la persona, más probable es que tome mejores decisiones que le afectan directamente y a otros, en particular a su familia. Mucho del descalabro social de nuestro tiempo se explica en parte, por la pérdida de significación de la educación en el nivel personal (Taberner, 2008).
El énfasis en una visión superficial, utilitaria y mediocre del conocimiento y la cultura ha llevado a tomar decisiones nefastas para la educación, como: el acortamiento de los tiempos de formación, el énfasis en los contenidos, el acento de la memorización en el aprendizaje y la tendencia a convertir los valores socio-culturales en un contenido más del currículo. Sólo la vivencia auténtica y reflexiva del conocimiento y del acervo cultural permiten su integración y elaboración cognoscitiva y afectiva.
Dos de las necesidades declaradas a escala planetaria son mejorar el acceso y la calidad de la educación; no obstante, sus causas siguen sin ser atendidas: el enfoque epistemológico y teórico, la formación inicial y en servicio de formadores, y la integración de las TIC en los procesos de enseñanza, aprendizaje y gestión de la educación. Entre ellas, el cambio epistemológico y teórico es fundamental, pues de ello depende que se superen los enfoques tradicional-transmisionista y conductista del currículo, la enseñanza y el aprendizaje.
A nuestro parecer, mientras prevalezca una visión tradicional-transmisionista y conductista de la enseñanza y el aprendizaje, se mantendrá una estructura burocrática de las organizaciones educativas y viceversa. Los enfoques pedagógicos emergentes, como el constructivista, el cognitivo y el sociocultural no son viables en estructuras organizativas burocráticas, cuyos esquemas de gestión son la estandarización, el control formal, la predicción de los procesos -en esencia rutinarios-, y la evaluación estereotipada. Ahora bien, ¿qué debe cambiar primero?: el enfoque epistemológico y teórico de la educación o la organización del sistema educativo costarricense, que incide en los niveles público y privado, desde primaria hasta la educación superior.
Como bien señala la teoría, pese a que la respuesta es obvia, no encontramos el norte. Debe cambiar la organización primero, porque de lo contrario todo intento de innovación en el nivel educativo será inútil. Creo que la experiencia de nuestro sistema educativo en la década de 1990, específicamente desde 1994, con la Política Educativa hacia el Siglo XXI, en 2002 con el Plan Educativo 2002-2006, el proyecto del gobierno de Abel Pacheco sobre el Relanzamiento de la Educación y el Plan de Acción de la Educación para Todos 2003-2015, son una muestra de que el enfoque está equivocado: el cambio pedagógico no tiene futuro, si no cambia primero la estructura y organización del sistema educativo .
Como dijera Marx para el caso del sistema filosófico de Hegel, la visión que ha primado hasta ahora en el país sobre el cambio en educación hay que “ponerla de cabeza”. Debemos empezar por el principio: crear un sistema educativo con una estructura y organización coherentes con los enfoques epistemológicos y teóricos emergentes de la educación. De continuar esa perspectiva, seguiremos “lloviendo sobre mojado”. ¿Qué opinan ustedes? ¿Será posible conservar el vino nuevo en odres viejos?
Referencias bibliográficas
Piaget, J. (2001). Inteligencia y afectividad. Argentina: Aique.
Taberner, J. (2008). Sociología y educación. El sistema educativo en sociedades modernas: funciones, cambios y conflictos. Madrid: Tecnos.