Si uno se topa con gente buena, debe tratar de imitarla, y si uno se topa con gente mala, debe examinarse a sí mismo. Confusio
Sabemos que existen relaciones complejas entre las emociones, el aprendizaje y la creatividad, gracias a los avances y hallazgos recientes sobre la estructura y el funcionamiento del cerebro humano (Punete, 1998). Debido a la vinculación entre emociones y pensamiento, se descubrió que existen personas incapaces de conectar sus emociones con sus procesos de pensamiento; es decir, que sufren de una “indiferencia emocional” que les impide razonar y valorar sus decisiones y actuaciones con base en la huella afectiva que, normalmente, se inscribe en nuestra memoria a través de la experiencia. La insuficiencia emocional en el pensamiento y la toma de decisiones convierte a esas personas en “tóxicas”, quienes, a su vez, tienen una alta proclividad a sufrir trastorno de personalidad antisocial (TPA) o sociopatía.
La gente tóxica se caracteriza por su indiferencia ante las emociones y necesidades de los demás, y por una necesidad enfermiza de éxito, gratificación inmediata y reconocimiento social. Son narcisistas típicos, creen que siempre tienen la razón y experimentan profundos sentimientos de rivalidad, competitividad, envidia y resentimiento por quienes consideran que amenazan sus intereses o se les oponen. Debido a su tendencia egocéntrica causan daño, perjuicio y dolor de manera innecesaria a quienes les rodean. El comportamiento sociopático tiene como principal objetivo el propio placer y el auto regodeo por depredar, dañar y utilizar para beneficio propio a los demás (Jáuregui, 2008). Como resultado de la indiferencia por otras personas, la gente “tóxica” suele banalizar el mal y subestima el daño que provoca a los demás.
También, hay organizaciones y contextos tóxicos donde personas como las descritas encuentran un nicho ideal para satisfacer sus deseos distorsionados y sus oscuras intenciones. Son organizaciones anómicas, donde la indiferencia y la complicidad permiten que se cause daño y se perjudique a otros, so pretexto de buenas intenciones y loables propósitos. Esto suele ocurrir al amparo de la cultura, la manipulación de la ley, y la dinámica de las organizaciones tóxicas, donde el espacio de impunidad, prácticamente, es infinito…
Si creen que exagero, revisen las dependencias gubernamentales y privadas que conocen… encontrarán que en muchas de ellas un enorme poder se cierne sobre ciudadanos y usuarios, sin que nada ni nadie pueda hacer algo para acabar con los abusos, excesos y siniestras actuaciones de funcionarios y jerarcas. Nuestro país, tristemente, está lleno de organizaciones de este tipo. Creo que nadie como Kafka describió y reflexionó sobre este tema en su angustiosa y extraordinaria obra literaria; en particular, en su novela El castillo. No en vano sufrió desde su niñez la desgracia y atrocidades de un padre tóxico…
Al igual que existe una conexión entre emociones y pensamiento, sabemos que la cooperación y su correlato: la solidaridad, son esenciales para la supervivencia de nuestra especie. El mutualismo es una piedra angular de la evolución humana y la base sobre la cual se ha cimentado la moralidad, cuyo principio: el bien común, hace posible nuestra supervivencia, en tanto constituye el soporte de la vida en sociedad. Desde la infancia temprana, todo ser humano comprende la importancia de sus congéneres en la reproducción de su vida material, cognitiva y afectiva. Desde el lenguaje y la cultura hasta las herramientas y medios de trabajo, nuestra vida individual está permeada por la cooperación y el deseo compartido de vivir en grupo. En ese proceso construimos no sólo nuestra psique y nuestra mente, sino también nuestra biografía articulada por afectos y vínculos que van más allá de lo simplemente utilitario y pragmático.
Pese a que el principio del bien común es el pivote del avance social y cultural de nuestra especie, a partir de la Modernidad ‒en Occidente primero y en el resto del mundo después‒ se apostó por la economía de mercado y el individualismo a ultranza, dando paso a una sociedad basada en la depredación irracional de los recursos naturales, el consumismo, la competencia deshumanizada con el único propósito de la ganancia económica, y en el egoísmo patológico. Desde entonces, se extiende una cultura planetaria en la que prevalecen valores difusos e intercambiables de acuerdo con las circunstancias, regida por la cosificación, el placer y la gratificación inmediata, en la que se enfrentan sin trinchera los sociópatas y sus víctimas; quienes tienen poder y riqueza y los que no; quienes son solidarios y socialmente responsables, y los que velan exclusivamente por el beneficio propio.
Como advirtiera Confusio, cuando nos topemos con gente tóxica debemos revisar nuestras propias actuaciones, a fin de cobrar conciencia de en qué medida somos malas personas… Nadie quiere toparse con alguien tóxico; no obstante, en algún momento de nuestras vidas tenemos la desgracia de caer bajo la nefasta influencia de organizaciones y personas de ese tipo. Si revisan sus familias, sus trabajos, comunidades y experiencias de formación encontrarán muchas de ellas y se percatarán que siempre les provocan una sensación de incomodidad, frustración, angustia, desesperanza y peligro…
Creo que modelos educativos fundados en el supuesto del saber y el poder absolutos y el auto regodeo, donde la arbitrariedad es la norma y la complicidad, el secretismo, la corrupción y la anestesia moral resguardan a quienes abusan del poder, inevitablemente, propician organizaciones tóxicas y son un espacio ideal para la gente tóxica. En entornos de esa naturaleza sería de esperar que haya deserción, bajo rendimiento académico, apatía y el rechazo generalizado del estudiantado por la educación y todo lo que se relacione con ella…
Quizá, la consecuencia más perversa de las organizaciones y las personas tóxicas es la re-victimización de las víctimas, porque la gente sana, con la capacidad de conectar sus emociones con su pensamiento, buscará la forma de salir de esos entornos y de desvincularse de esas personas. No obstante, ello tiene un alto costo personal y social, cuyas consecuencias a largo plazo son impredecibles…
Lamentablemente, debido a mi experiencia como estudiante, desde mi infancia hasta hoy, y como docente universitaria sé que hay instituciones educativas tóxicas en todos los niveles del sistema de educación pública de mi país, que están llenas de personas igualmente tóxicas, que asfixian y mutilan todo intento de desarrollo, logro, felicidad y creatividad de las personas sanas que las integran y padecen. Les invito a que revisen sus propias experiencias al respecto en Costa Rica o en sus países… Ante las evidencias corresponde preguntarnos si existirán factores en los sistemas educativos contemporáneos que los hacen intrínsecamente tóxicos y, en consecuencia, que en ellos se produzcan entornos de formación dañinos que atraen gente nociva porque tiene acceso fácil a sus víctimas, permitiendo la expansión y la normalización de la sociopatía. En caso de ser así, ¿cómo se podría desintoxicar la educación contemporánea? ¿Qué les parece?
Referencias bibliográficas
Jáuregui, Inmaculada (2008). Psicopatía: pandemia de la Modernidad. Crítica de ciencias sociales y jurídicas. Recuperado de: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=18101908
Puche, Paco. (17 de febrero de 2011). ¿Por qué cooperamos? Blog Ciencias Cognitivas. Recuperado de: http://cienciascognoscitivas.blogspot.com/
Punete, A. (1998). Cognición y aprendizaje: Fundamentos Psicológicos. Ediciones Pirámide.