Como comentamos en entregas anteriores, innovar la educación conlleva desafíos de diferente naturaleza y es complejo. Entre ellos, mencionamos los económico-políticos, y los organizativos y pedagógicos. Pero, a mi parecer, uno de los más urgentes es de índole científica y tiene que ver con varios niveles: la formación inicial y de posgrado del personal docente y administrativo, la investigación, y los medios de difusión y discusión de los hallazgos de investigación.
La innovación más importante de nuestro proceso civilizatorio es la invención de la ciencia, como un sistema de producción de conocimiento metódico, sistematizado y regulado socialmente. Otra de las ventajas de la ciencia es que su propósito es descubrir nuevos conocimientos y aplicaciones innovadoras en todos los campos de estudio conocidos, que día a día se diversifican y complejizan en procesos de investigación cada vez más especializados, en los que deben intervenir personas expertas de diversas disciplinas. La ciencia es “una máquina cultural eficiente en innovación, es una herramienta estructuralmente selectiva de hipótesis innovativas; y la selectividad exigente es una de las causas de su éxito” (Maidagán, Ceberio, Garagalza y Arrizabalaga, 2009, p. 39).
Debido a que la Educación, como la entendemos hoy, es un fenómeno social relativamente nuevo, que empezamos a explicar y comprender en medio de las profundas transformaciones socio-históricas que se han sucedido desde inicios de la Modernidad hasta nuestros días, aún hay profundos vacíos científicos que se resuelven con una visión normativa de sus funciones y procedimientos para atender los problemas de la enseñanza y el aprendizaje.
La innovación más importante de nuestro proceso civilizatorio es la invención de la ciencia, como un sistema de producción de conocimiento metódico, sistematizado y regulado socialmente. Otra de las ventajas de la ciencia es que su propósito es descubrir nuevos conocimientos y aplicaciones innovadoras en todos los campos de estudio conocidos, que día a día se diversifican y complejizan en procesos de investigación cada vez más especializados, en los que deben intervenir personas expertas de diversas disciplinas. La ciencia es “una máquina cultural eficiente en innovación, es una herramienta estructuralmente selectiva de hipótesis innovativas; y la selectividad exigente es una de las causas de su éxito” (Maidagán, Ceberio, Garagalza y Arrizabalaga, 2009, p. 39).
Debido a que la Educación, como la entendemos hoy, es un fenómeno social relativamente nuevo, que empezamos a explicar y comprender en medio de las profundas transformaciones socio-históricas que se han sucedido desde inicios de la Modernidad hasta nuestros días, aún hay profundos vacíos científicos que se resuelven con una visión normativa de sus funciones y procedimientos para atender los problemas de la enseñanza y el aprendizaje.
Para Luhmann (1996), el déficit de conocimiento científico en Educación se traduce en problemas de fondo en las prácticas educativas, y se ha reemplazado con un discurso dogmático y prescriptivo… Cuando no entendemos el “ser”, nos dedicamos a promover el “deber ser”… En otras palabras, en la medida en que no sabemos en qué consisten los fenómenos, especulamos sobre lo que creemos son sus causas y lo que se debería hacer al respecto… Evidentemente, todos deseamos una educación de excelencia, pero no tenemos claro cómo se logra en la práctica…
El déficit científico en el campo de la Educación se resolverá con transformaciones profundas en las universidades, que son los principales centros de formación profesional. La carrera de grado es esencial, porque en ella se desarrollan los conocimientos básicos y las competencias indispensables para un adecuado desempeño profesional. El posgrado tiene como función la profundización del conocimiento especializado y su énfasis es el desarrollo de capacidades para la investigación de alto nivel, especialmente, en doctorado. La formación continua y el reciclaje profesional tienen como fin la actualización y revisión de los conocimientos adquiridos y su aplicación en el ejercicio de la profesión.
En Costa Rica hay serios problemas en la formación profesional del personal docente, administrativo y el vinculado a la Educación. Con pesar he constatado a lo largo de casi dos décadas de trabajar como docente en instituciones de educación superior públicas, las deficiencias en competencias genéricas y específicas en las personas graduadas de Bachillerato en Educación. He encontrado muchos estudiantes con limitaciones de redacción y ortografía, analfabetismo digital y lagunas de formación en Teoría y Epistemología de la Educación. También, son comunes las debilidades en historia de la disciplina y el desconocimiento de aspectos básicos de la evolución teórico-práctica de la Educación en el país, Centroamérica y América Latina.
Debido a que la Educación es un fenómeno social complejo, se requiere formación en varias disciplinas de las ciencias sociales como Sociología, Ciencias Políticas, Antropología, Psicología, Economía, Derecho; también en otras especialidades, como Estadística… No obstante, en estas áreas la formación es débil, si no nula… Con profesionales de la Educación con esas deficiencias es poco probable que la investigación sea de alto nivel e impacto. Así las cosas, es imposible que se constituya una fuerte comunidad científica en Educación en el país.
La responsabilidad de las universidades en el mejoramiento de la calidad de la formación profesional en los niveles de grado, posgrado y en servicio es indiscutible e insustituible… Ello requiere personal docente en las facultades y escuelas de Educación con un alto nivel académico y estándares de desempeño del estudiantado elevados…
Pese a esto, en los últimos treinta años, en el caso de Costa Rica la tendencia ha sido contratar académicos a destajo, reducir los tiempos de formación, comprimir los ciclos lectivos, eliminar los trabajos académicos de complejidad media y alta, quitar los exámenes de análisis y reflexión, y convertir los proyectos finales de graduación en trabajos de investigación pobres, que no cumplen con los requerimientos mínimos en términos de dominio teórico y metodológico, con resultados obvios y redundantes…
De hecho, el plagio hoy es una práctica común, porque muchos estudiantes copian textualmente de Internet, libros, revistas y otras fuentes, para “llenar páginas” en trabajos académicos que sus docentes no pueden leer a cabalidad por el exceso de trabajo que, típicamente, hay en las universidades estatales. El estudiantado no escribe por cuenta propia porque no tiene las competencias escritoras básicas y no dispone del tiempo necesario. El profesorado universitario no revisa los trabajos de sus estudiantes con la profundidad y el cuidado que se requiere, porque no cuenta con el tiempo, ni la formación en servicio indispensables para ello.
Según entiendo, la situación es aún más dramática en las universidades privadas que forman profesionales en Educación y áreas afines… Lamentablemente, como señalaba una de nuestras lectoras, las instituciones rectoras tampoco han asumido el papel que les corresponde para revertir esta situación y garantizar a la ciudadanía profesionales excelentes e idóneos, capaces de ejercer su profesión y producir conocimiento científico nuevo…
Es preocupante encontrar estudiantes de grado y posgrado con deficiencias básicas en redacción y ortografía, analfabetos digitales, problemas de expresión oral y un desconocimiento casi total de fundamentos teóricos básicos de la Educación… Pese a ello, muchos ocupan cargos directivos y son docentes en propiedad…, incluso de Español… Ante este panorama, las universidades son las llamadas a entender este fenómeno y deben ofrecer soluciones en el corto plazo para mejorar la formación profesional en una de las áreas más relevantes de nuestro tiempo.
El Ministerio de Educación Pública y los entes rectores de la educación superior privada y pública (CONESUP y CONARE, respectivamente), deben asumir un rol protagónico para crear las condiciones necesarias para una formación profesional de excelencia en general y en Educación en particular.
Creo que es imposible innovar la Educación y la gestión educativa con profesionales débiles, sin las competencias y conocimientos necesarios para ello. La inversión en infraestructura, equipo de cómputo, becas, material didáctico, comedores escolares, equipos de profesionales de apoyo, construcción de instituciones educativas nuevas, y en la apertura de plazas docentes y administrativas será inútil si no resolvemos el problema de la calidad de la formación profesional en Educación.
Como indicamos en el artículo del mes pasado, Castells propone que uno de los principales problemas de la educación contemporánea es, precisamente, la débil formación profesional del personal docente y administrativo, y el rezago científico que conlleva. Esta es una tarea pendiente en Costa Rica… ¿Qué les parece? ¿Cómo es la formación profesional del personal docente y administrativo en sus países?
Referencias bibliográficas
Luhmann, Niklas. (1996). Teoría de la sociedad y pedagogía. España: Paidós.
Maidagán, Ma. Jesús, Ceberio, Iñaki, Garagalza, Luis y Arrizabalaga, Gotzon. [Eds.]. (2009). Filosofía de la innovación. El papel de la creatividad en un mundo global. Madrid: Plaza y Valdes.
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